Suelo tropezar con historias de soledades. No las busco, ellas me encuentran. Como si mi inconsciente quisiera validar que, en la soledad, no se estádel todo solo. Estas historias entran en mi mente y ahí reposan. Acaso se quedan para mostrarme algúnpropósito. Las hay de todo tipo y están en muchos espacios. Desde niños huérfanos hasta ancianos que han sobrevivido a toda su descendencia y enterrado a los últimos de su generación. Sé de mujeres solas. Sé de mujeres solitarias. Hace poco aprendí de otro ser a quien nadie acompaña.
El ser vivo más solitario que habita el planeta es una ballena. La llaman Ballena 52 porque el sonido que emite en su búsqueda de pareja tiene una frecuencia de 52 hercios. Su canto es más agudo que el del resto de ballenas, imperceptible en el mundo animal. Con hidrófonos, tecnología desconocida para mí, alguien descubrió su sonido de apareamiento. Porque las ballenas cantan para encontrarse. El hallazgo sucedió durante la Guerra Fría. Buscaban submarinos rusos y encontraron su canción solitaria. Este ser marino atraviesa los océanos en busca de pareja durante diez o veinte años, a veces durante toda su vida. Misión vitalicia que lleva a cabo en absoluta soledad. Su rareza es la canción dulce y distinta que emite para cortejar, incomprendida o no escuchada por otro tipo de ballenas. Los científicos aseguran que es una malformación de sus cuerdas vocales, que se trata de un defecto. Un error natural que la condena a vivir en soledad. Un canto equivocado. Ni siquiera han logrado clasificarla. Simplemente la llaman la criatura más solitaria del mundo. Algún hombre de ciencia sugirió que, incluso, puede tratarse de un animal sordo.
Este conocimiento natural me hace alucinar. Sin remedio, me golpean ideas comparativas. Veo su solitaria condición similar a la experiencia humana, a ciertos momentos en los que nuestra canción es incomprendida o su frecuencia imperceptible. Su búsqueda se parece a la nuestra. Recorremos un océanoextraño en nuestro interior. Nadie nos acompaña. Ella nada en mares, nosotros en preguntas y convicciones y nuevas verdades. Viajes en soledad. O quizás, son recorridos sin compañía porque no hemos podido escuchar. Somos sordos a cantos que suceden en frecuencias distintas. « ¿Eres sorda o eres tonta?» escuché tantas veces. Sí, escuché. Pero, al no responder, validé la pregunta. Tantas y tantas veces fui sorda o mal formada.
Existimos Humanos 52, nuestra forma de cantar es una malformación. Un accidente genético en el ADN de nuestro órgano emocional que mutó nuestra percepción del mundo, nuestro objetivo o nuestra manera de tender vínculos. Defecto de nacimiento que ubica a quien lo padece en una tribu pequeña de solitarios. ¿Será pequeñami tribu?
O tal vez este devaneo es producto de mi exagerada imaginación y lo único que sucede es que la historia de esta ballena me perturba y me conmueve. Me provoca ganas de protegerla, de ayudarla a encontrar a alguno de los suyos. Otra Ballena 52 que la escuche, emita las mismas notas y comparta su necesidad de acompañarse, una pareja afín.
Y en ratos de extrema introspección, pensar en su mudo canto me transporta a ratos en los que no se ha escuchado lo que subyace debajo dela letra de mi canción o en la voz de los poemas que he escrito para que nadie los lea. Me lleva, sin poder evitarlo, a instantes cuando ni siquiera me han visto.
También tengo la certeza de que no soy la única persona que, de vez en cuando, se siente una inaudible ballena. Sin embargo, veo un escudo que protege a esta criatura. Los humanos no corremos esa pequeña suerte. Ser inaudible en el vasto océano la protege. La inmensidad de las aguas la aísla. Está a salvo de equivocaciones. Es difícil que encuentre a una pareja que, después de aparearse, no la comprenda. Otrodevaneo.