Tengo amigas de 92 años, amigas de 76, también de 60. Tengo amigas de treinta y tantos años.
Tengo amigas habitantes de mi década, amigas de mi exacta edad.
No son muchas mis amigas, sin embargo son tanto, algunas de ellas, casi hermanas. Y esa certidumbre es un pilar.
Nos unen pasiones, intereses, causas y locuras. Compartimos historias y secretos, temores y lazos irrompibles, lágrimas y dolor, risas y placer. Música o silencio.
Lo nuestro no responde a órdenes cronológicos, es complicidad atemporal. La sororidad que rige a la conexión femenina no sabe medir tiempos.
Lo nuestro nace en raíces milenarias.
Lo nuestro rompe con todo.
Somos afortunadas.