Soltar sin abatimiento

Agradecemos la franqueza del espejo, su elocuencia, la manera en la que conspira con los focos. Un pudor nuevo impide salir del pequeño vestidor.

Con una sensación de dulce derrota rozamos las prendas, las acariciamos como si se tratara de una despedida definitiva.

Sobre un cuerpo que se encoge sobre sí mismo para alinearse con la verdad de su cronología, aún medio puestas, las vibrantes y preciosas y exuberantes piezas de tela dan la razón al espejo.

Comprar un bikini de pronto se convierte en imposible anhelo, el más absurdo. Las décadas pesan tanto que las dos piezas no pueden con ellas.

Las mujeres de variadas edades, una dentro de otra, dentro de la otra, finalmente se ponen de acuerdo. La versión más joven, una adolescente de dieciocho años que se oponía a esta particular rendición, acepta la realidad.

Cincuenta y varios son muchos para acomodarlos dentro de las dos coquetas piezas.

Nos despedimos en paz, para siempre. Llegó el momento de la calzoneta con poderes mágicos. Dentro de ultramodernas fibras sostiene resmas de tiempo, con tecnológica presión abraza lo que del cuerpo se derrama sin miramientos. El franco espejo lo confirma.

La libertad tiene la bondad de manifestarse de misteriosas maneras. Soltar sin abatimiento la posibilidad de vestir bikini es una de las más cordiales.

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