Las palabras sí pueden procurar alivio. No las que te dicen, esas suelen irritar, si el dolor es oscuro, a veces lo ensombrecen aún más.
Son las otras palabras las dueñas del poder. Las que lees en buenos libros. Las que aprendes a navegar en varias direcciones.
Las que escribes cuando ansías poner orden en el caos de la pena. Las que, sin piedad, iracundas, lanzas al papel para exorcizar venenos, duelos y otros infortunios.
Las que muestran el rostro bello de la ternura.
Y en los escasos, mejores momentos, las palabras que te cuentan cuánta gracia alberga el amor.