La vida te va enseñando que el reloj, poderoso dueño de la prisa, es más que el verdugo vociferante de tus tardanzas.
El minutero con su cadencia interminable se convierte además en brújula. Un objeto con voluntad propia que te arrastra a la realidad cuando andas perdido en ensoñaciones de tus otros tiempos.
Y en el tirón te separa de alguna alegría.
El reloj con todos sus significados te subyuga hasta convertirte en esclavo de un concepto que nunca terminamos de comprender.