Gatea sobre el asfalto, palpa, busca,
el chico del bulevar.
Su recipiente está vacío.
Es transparente, como pecera,
una bola de cristal con la que pide limosna.
Los carros transitan despacio
en esa parte del bulevar,
se trata de un lento retorno en U.
Y lo vemos, sí,
quienes buscamos retorno, lo vemos.
Verlo a gatas desbarata, acongoja.
Pero no podemos detener la marcha,
bajar del carro, ayudarlo.
Porque el tráfico continúa,
porque la vida corre,
porque la inercia urbana no da tregua.
Una bocina aúlla, otra, y otra, más lejana.
--¿Se te cayó, mijo?-- pregunto.
--Mis fichas, seño --responde.
Algo le doy, menos de lo que quisiera.
Coloco, en su burbuja vacía
lo que la bocina y la prisa de otros permiten.
Ellos, quizás
no lo vieron gatear
sobre tinieblas de asfalto
en busca de monedas perdidas.
En la U que rompe el sentido del bulevar,
frontera vial de las Vista Hermosas,
un chico pide limosna
con música de tambor.
Algunos centavos caen, como llovizna
desde las ventanillas de los autos.
Cada tarde en el mismo sitio,
a cambio de monedas,
toca tonaditas sobre un tambor gastado
el chico ciego del bulevar.
Y no dejo de pensar,
al escuchar la tristeza de su tambor
al sentir su mirada, perdida en sombras
que en esta jungla de asfalto
todos estamos ciegos.
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Publicado por nicteserra
Apasionada por la literatura, las historias, la poesía especialmente. La palabra, ese maravilloso instrumento, me explica el mundo. Mi locura es escribir y, por supuesto, también leer. Tengo la certeza de que la creatividad es necesaria en todos los universos, los versos y las historias, la vida...
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