En catacumbas del inconsciente reconocer la fuerza de una escena su condición ancestral el sonido los roces su imagen, como tatuaje. Sentir, tiempo adentro que hubo una vez otra vida en la que coincidimos.
Categoría: Poesía, un intento más
Un nombre
Leías tanto, padre
de ti heredé el vicio.
Fue en tus lecturas
de juventud
donde me encontraste.
Agonizaba dentro de un párrafo
la dueña de mi nombre
en la vorágine petenera.
Y tú, prendado
con fantasías amorosas
que solo encienden a los dieciséis
rescataste a la Nicté lacandona
en alguna página de Guayacán.
Rodriguez Macal, tu cómplice
desde entonces.
La acunaste con esmero,
como si no fuera ficción de escritor.
Durante años la guardaste
para cuando te llegara hija.
A tu corazón se arrimó mi madre
y les nací niña, años después
de tu encuentro de novela.
Y cumpliste tu deseo.
Con un beso en mi frente
de vientre aún húmeda
me nombraste.
—Aquí está tu Nicté—
dijo ella, oponerse
a tu férreo deseo
no tenía caso, porque
desde alguna tarde de lectura
en la inquietud de tu mocedad
con mimo me cuidaste el nombre
seguro de que no habría otro.
Nicté...
Si te contara los entresijos
locos, en los que me ha colocado.
Pero me lo regalaste tú, padre.
Para mí, celoso
lo guardaste.
Esa amorosa noción
basta y sobra
para llevarlo bien puesto.
Decir mi nombre es una manera más
de conservar tu memoria viva
cercana, grande
por siempre a mi lado.
Cada vez que lo firmo o lo digo
cada vez que me llaman
asoma el fantasma de tu sonrisa
joven te veo, libro en mano
explorando historia y jungla
cuna del encuentro que me nombra
y me nombrará, hasta el último día.
El chico del bulevar
Gatea sobre el asfalto, palpa, busca, el chico del bulevar. Su recipiente está vacío. Es transparente, como pecera, una bola de cristal con la que pide limosna. Los carros transitan despacio en esa parte del bulevar, se trata de un lento retorno en U. Y lo vemos, sí, quienes buscamos retorno, lo vemos. Verlo a gatas desbarata, acongoja. Pero no podemos detener la marcha, bajar del carro, ayudarlo. Porque el tráfico continúa, porque la vida corre, porque la inercia urbana no da tregua. Una bocina aúlla, otra, y otra, más lejana. --¿Se te cayó, mijo?-- pregunto. --Mis fichas, seño --responde. Algo le doy, menos de lo que quisiera. Coloco, en su burbuja vacía lo que la bocina y la prisa de otros permiten. Ellos, quizás no lo vieron gatear sobre tinieblas de asfalto en busca de monedas perdidas. En la U que rompe el sentido del bulevar, frontera vial de las Vista Hermosas, un chico pide limosna con música de tambor. Algunos centavos caen, como llovizna desde las ventanillas de los autos. Cada tarde en el mismo sitio, a cambio de monedas, toca tonaditas sobre un tambor gastado el chico ciego del bulevar. Y no dejo de pensar, al escuchar la tristeza de su tambor al sentir su mirada, perdida en sombras que en esta jungla de asfalto todos estamos ciegos.
Lo de Lara y Yuri
Como lo de Lara y Yuri ¿Sabes?
Así de intenso, inevitable.
mientras te hablo, mis manos
dibujan filigranas en el aire.
No tengo idea de quiénes son Yuri y Lara,
respondes, sin ver mis filigranas,
tu mirada seducida por guerras de televisión.
Y esta disonancia, cariño mío,
es mi eterna contradicción.
Intensa e inevitable,
como lo de Lara y Yuri, trágica
como su historia.
La culpa es mía.
Tú ni te enteras.
#Babel
#DoctorZhivago
DESCALZAS
Sentadas en la alfombra descalzas mi amiga hermana y yo desciframos canciones quince años tal vez dieciséis. Imagen fundamental sostén de la alegría un amuleto en la memoria. Los 80’s, de viejo siglo sus días inolvidables. No había tregua para el toca cintas. Stop, rewind, forward para adelante y para atrás, el cassette hasta sacar todas las palabras de su corazón hasta hacerlo temblar. Cada frase de cada estrofa desentrañada interpretada devorada tantas canciones convertidas en papel hoja tamaño carta en líneas caligrafía meticulosa. Cartapacio Monte María recordadas hasta esta noche hasta mañana, Toda la vida. Largas horas de tardes enteras memorizando letras nuestras canciones del alma. Y casi todas, siempre canciones del alma. El cartapacio la alfombra amiga hermana, cuánto te extraño... I can’t fight this feeling any longer aquel amor primero, desgarrador. When I was young it seemed that life was so wonderful los permisos, cruelmente dosificados. Ahora es instantáneo. Spotify o Deezer o lo que sea desconocidos entonces espiaban, como agentes secretos del futuro y copiaron nuestras notas de música adolescente. Like a Virgin, touched for the very first time un corte de cabello, casi salvaje. Pequeña amante, dieciséis años son tan pocos sábados de sol, baladas de amor. El gozo y el logro el vínculo irrompible y el tiempo soñando descalzas permanecen nuestros íntimos, profundos no hay fenómeno digital que los sepa regalar. Amiga hermana, cuánto te extraño...
Palabras fantasma
Cabe tanta contradicción en un pequeño cuaderno, dudas disfrazadas de acontecimientos. Penas y asombro. El desorden de fechas espejo del caos sentimental impide encontrar sentido en el texto. Asoma un hilo conductor, se lee entre líneas, en lo que no está escrito. Narra una historia triste de palabras fantasma.
Hermana del fuego
Porque me reconozco mortal fiel a la condición humana común en mi pequeñez susceptible a tormentas proclive a la ternura. Porque nací adicta a la curiosidad y al asombro. Porque soy frágil una partícula exigua en el cosmos vulnerable como tú. Porque crecí consciente de mi imperfección de la brevedad de mi tiempo de la levedad de mi ser. Porque mi cuerpo es hoguera cuando regala amor y mi mente un misterio incansable en búsqueda de la verdad. Porque soy hija del agua hermana del fuego femenina de sol a sol. Vivo y muero caigo y resurjo agradecida por mi índole de llama y río de mujer efímera de estrella fugaz.
En el cuerpo
Mares en furia volcán en fuego no sé cuál ímpetu gobierna mi interior acaso ambos. Me agitan fuerzas de la naturaleza inmensas se arremolinan todas en el desconcierto de mi cuerpo. Las siento en la sangre y la piel en la yema de los dedos en los pétalos del ombligo olas y llamas, dueñas de todo. Debo aplacarlas el tiempo así lo ordena ahogarlas, sí en solitario silencio. Sin llanto sin palabras o gemidos asesinar los bríos que me danzan dentro. Estrangularlas, sí sin sacudida en tristísimo secreto.
Nunca he dicho
Nunca dije que quería ser igual a un hombre, si me encanta ser mujer. Me gustan los tacones, los poemas, las flores, los vestidos. Me fascina usar el pelo largo.
Bailo flamenco con clavel y vuelo y los labios pintados de rojo.
Disfruto del baile que se celebra entre dos, me gusta que mi pareja me lleve mientras bailamos, que ponga su mano en mi cintura, que vea mis ojos. Me encanta que me invite a bailar como en los siglos de antes.
El arte me vuelve niña. Colecciono cuadernos, papel de escribir y cajitas. Tengo debilidad por los adornos en forma de bicicleta. Gasto horas felices con olor a mantequilla en la paz de mi cocina.
Soy romántica para escuchar música, para recordar, para llorar con la buena lectura, para besar.
Si de amor se trata, soy romántica extrema.
Nunca prescindo del perfume ni de los aretes. Un jarrón con girasoles obra milagros en mi ánimo. Muero por la literatura, por ratos largos de libros o de amigas y conversación. Si es con vino y música, aún mejor.
Dar a luz ha sido mi privilegio mayor, alimentar a mis hijos con mi cuerpo el milagro más grande.
Nada de esto tiene que ver con ser como los hombres. Porque nuestras gracias son suaves y profundas, porque no en todo somos iguales.
Pero hay asuntos no negociables.
Quiero que me den la misma educación, las mismas oportunidades en condiciones de justicia única.
Exijo que me permitan participar.
No tolero ser vista como un turrón que se come o un objeto que se usa o un paisaje que se borra. Es indigno.
Si hago buen trabajo agradezco que lo reconozcan. Si no es bueno, espero sinceridad para mejorarlo.
Me agrada que aprecien mi conversación, que me escuchen, que disfruten platicar conmigo. Si les gusta lo que digo que lo reconozcan sin temor. Y si no les gusta que lo digan sin desprecio.
Quiero la dignidad que otorgan los planes y los sueños personales, que sean míos, que no se sometan a la supremacía equívoca de los de nadie más.
Necesito la ilusión de buscar metas propias, la satisfacción de alcanzarlas, templanza si no llego, el aprendizaje del fracaso. Mío, de nadie más.
Los procesos cerebrales no reconocen género. Por lo tanto, no acepto menos que respeto a mis decisiones y a mi opinión, aunque genere conflicto. Si me juzgan que no sea por mi apariencia sino por lo que llevo dentro, lo que he vivido, lo que he dado, lo que he aprendido.
Confío en el hombre que cree en mis capacidades, que las recibe con la mente abierta, que sabe contar conmigo.
Celebro al caballero que me abre la puerta, retira mi silla y me ayuda a cargar objetos pesados.
Reconozco que mi fuerza física, el espesor de mis huesos y el ancho de mi espalda nunca serán como los suyos.
Sé que sin ellos esta vida no sería fascinante. Para ellos mi respeto y admiración, que sea recíproco.
No acepto menos.

Niña de mis mil historias
No te desvanezcas niña
no te asustes por los años
densos
que la vida coloca
uno a uno
sobre nuestro cuerpo
Son joyas y son piedras
los años
Solo es uno más
niña
el que en esta noche de silencio
te ha cubierto con escamas de tiempo
Un año más que trazó
líneas nuevas sobre la piel
dentro del centro secreto
en medio de los recuerdos
Pero no desvanece los tuyos
ni borra la imagen sepia de tu cuerpo pequeño
ni debilita las flores de tu imaginación
Tampoco cubre
con desencantos o con niebla
niña de sonrisa eterna
tus deseos multicolor
No te des por vencida
pequeña
tú que custodias mi historia primera
niña de ímpetu y salvaje ingenio
niña de los mil planes
no te dejes apagar
por el hierro de los cambios
Niña que soñabas con alas gigantes
no dejes de hacerlo
no abandones
jamás
tu fantasía salvadora
en las garras del olvido
Niña que sobreviviste un naufragio de mar
dos naufragios en el cuerpo
tantos otros en las cavernas del silencio
niña sobreviviente
No olvides cómo vivir
a buen resguardo
dentro de mi cuerpo
en el corazón craquelado
de mis inagotables pensamientos
no te pierdas en el laberinto
de las largas décadas que soy
No dejes que tu infancia
de mil historias
deambule
resignada
hacia el témpano de la muerte
Niña que volabas por las noches
niña que bailabas sobre espuma
niña que sabías encontrar
magia y música
en el placer de jugar
No mueras bajo el peso de la vida
no te evapores en el sinsentido
inútil
del desencuentro
no fallezcas
en la sombre de la indiferencia
No los veas
no los sientas
sé por siempre,
y para siempre
la niña alegre
de mis mil historias