¿Quién es mi escritora favorita? Es una pregunta que recurre una y otra vez. Responder es imposible. Es como si tuviera que escoger un hijo más amado, o el día más feliz o el más triste de mi vida. Si la experiencia lectora fuera plana, si careciera de hondura o agitación o descubrimiento, si no trastocara los cortinajes de la emoción quizás intentaría aventurar respuestas.
¿Cómo escoger? Si cada una ha llegado en propicio momento, si cada una ha dejado nuevas miradas en el entendimiento y la mayoría han marcado los territorios sensibles. ¿Cómo? Si todas me han salvado de alguna manera. He leído a tantas, me he descubierto en muchas. Algunas son imprescindibles, llegaron para permanecer en la experiencia esencial de la lectura y la supervivencia cuando no son lo mismo y cuando lo son. Sobre todo, cuando lo son. Otras no volverán, pero estuvieron y merecen su bandera en el mapa de la conquista literaria. Aún queda tanto libro de tanta escritora por descubrir. Sería arrogancia intentar responder.
Mi escritora favorita es ella y ella y aquella otra. También son ellas que ya no están y ellas que aún no nacen. Desde Safo hasta Irene, desde Jane o Marguerite hasta Mariana o Chimamanda o Han. Desde Luz y Margarita hasta Vania y Carmen y Denise y Gloria. Es cada mujer que trabaja el día entero y aun así atraviesa su noche tejiendo ficciones para interpretar los sinsentidos que golpean la realidad, escribiendo poemas que revelan recámaras recónditas de la condición humana, escribiendo sin tregua ni condición porque cuando hablan no son escuchadas.
Agradezco a cada una de nuestras escritoras por su arrojo, su audacia, por la ternura y la creatividad puesta al servicio del arte. Cada capítulo de mi vida lleva de la mano a una o varias o muchas, cada libro escrito por pluma femenina me ha hecho sentir orgullosa de mi género, a salvo en nuestra manada.
En el día de la escritora celebro la osadía que en el pasado tuvieron aquellas que a pesar de un mundo que les daba la espalda, con papel y tinta abrieron la puerta para que el talento de las mujeres que escriben inundara de belleza los emplazamientos literarios. Y saben ellas y sabemos nosotros que no la tuvieron fácil, que aquel cerrojo estaba soldado por convenciones incomprensibles.
A cada una la invito a festejar su valentía, a honrar su obra, a admirar la disciplina con la que palabra tras palabra, de página en página han creado un universo inmenso, hermoso, imperdible, un mejor lugar.
«…A cada una la invito a festejar su valentía, a honrar su obra, a admirar la disciplina con la que palabra tras palabra, de página en página han creado un universo inmenso, hermoso, imperdible, un mejor lugar.»
Que lindo fragmento para culminar. Te abrazo al corazón.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona