La leí por primera vez en “Memoria de chica”, hace un par de años, antes de que recibiera el Nobel.
Navegante entre la autobiografía y la autoficción, la narrativa de Annie Ernaux es sólida, directa, acoge sin florituras. Sus libros (ella no los llama novelas) son espacios completos, profundos, seductores. A menudo inquietantes por su cadencia descarnada.
Desde una aparente cotidianidad, invitan a observar, incluso a cuestionar o deconstruir asuntos fundamentales de la condición humana.
Con sagacidad en el uso de la palabra, sin excesos ni omisiones, Ernaux se desnuda ante el lector. Al hacerlo, desnuda también a la sociedad que habita y a su tiempo.
En alguna publicación leí “Ernaux se narra a ella para narrarnos a todos”, una acertada descripción. Es brutalmente franca, viste la libertad en total esplendor, en lo frugal, en lo incómodo, en el dolor o en el deleite.
Llama a los asuntos por su nombre, no va por ahí buscando términos grandilocuentes o evitando escándalo. Cuenta la historia desde la entraña. Su cuerpo se hace lenguaje. En su prosa, la imperfección humana no maneja agenda oculta, simplemente es.
Leerla es un placentero y a la vez mordaz ejercicio de descubrimiento.
Impacta el compromiso férreo de su escritura. Ernaux aborda estrecheces sociales y de género sin miramientos. Escribe al respecto desde su propia experiencia, con tal pericia que inquieta la nuestra.
He leído apenas cuatro de sus libros. De cada uno salgo distinta, presa de asombro y con un apetito por conocer todo lo que Ernaux expone con su particular manera de contar. Voy por los demás, sin duda.
Luis García Montero ha escrito un sentido himno a la memoria de su mujer. Más que un poemario, UN AÑO Y TRES MESES plantea un recorrido por las rutas del duelo y explora los misterios que un marido procesa en su corazón doliente. Ofrece también una mirada breve a los largos años que compartieron.
Qué ternura, cuánta sabiduría, qué tamaño de amor…
Con la pericia de un hombre que sabe de palabras, que ha hecho del lenguaje su universo, García Montero derrocha belleza y alma en cada uno de los poemas. Los ha construido naturalmente, muy lejos de cualquier lugar común.
Lo imagino escribiendo. Entre la pena por la muerte y gratitud por la convivencia, el poeta enamorado rinde a su compañera un homenaje casi sagrado. Rodeado de todo aquello que los vio ser pareja, dentro de un espacio habitado por el arsenal de los perpetuos recuerdos, ha creado una magistral colección.
La camino por tercera vez y salgo de cada pieza nuevamente conmovida.
Almudena Grandes se fue demasiado pronto. Como sucede con los artistas que con la trascendencia de su obra dejan un mundo mejor, quedan su voz y el compromiso que rige su escritura. En cada libro suyo palpita por siempre un acucioso talento para construir historias .
Vive Almudena en cada libro y habla Almudena en cada columna.
Sus lectores la invocamos en el conjuro de la literatura.
Su marido le escribe poemas, qué manera hermosa de continuar amándola.
Desde la soledad de un balcón, mujer busca con la mirada abatida al amado que sin remedio se marcha. Pequeños fantasmas habitan un hotel de fuego. Un invernadero cobija muerte y deseo secretos. Cartas impostoras inventan el amor.
Hubo un jardín es un joyero de magníficas historias. Cortan el aliento. Con exquisita capacidad narrativa, desarrollada sin remilgos, la autora teje relatos a prueba de caída.
Sin duda, la imaginación a todo vapor que caracteriza la obra de Valeria es responsable de que, al terminar de leer cada uno de los relatos, sintamos que realmente estuvimos ahí. Dentro de una cámara frigorífica, en un bar frecuentado por boxeadores anónimos, en sombrías galerías donde los vivos se confunden con los muertos, en un insólito parque que incita a suicidios animales y en otros sitios físicos, temporales o emocionales, cada relato es un espacio en donde lo imposible es posible.
Quizás la magia de estas piezas radica en el hecho de que el realismo y lo sobrenatural conviven sin contradecirse. Lejos de eso, se complementan, se necesitan para que la historia se eleve, se deslice y crezca en los misterios de su tiempo. Lo mismo sucede con las capacidades del corazón, ternura y horror, amor y maldad, deseo y melancolía, y tantos otros elementos se amalgaman para construir un andamiaje tan sólido que seduce la curiosidad del lector, provoca angustia o invita a la compasión.
Los personajes no pueden quedar en el tintero. Un muchacho atormentado, militante de una violencia ansiosa de escapar de su espalda curtida a palizas, la madre soltera que recorre ciudades en el cruento mercado inmobiliario, un anciano enfermo que camina los últimos días de su vida escribiendo historias para embellecer la vida de otros y tantos más, todos los personajes llegan para quedarse.
Valeria camina hábilmente un espectro amplísimo de la condición humana, creando historias que sacuden, asustan, conmueven, incitan.
Hubo un jardín es un espectáculo literario narrado en siete actos. Un imperdible.
“Porque no se puede dejar sin respuesta a una mujer apasionada.”
Amorosas manos colocaron en las mías esta obra tan deseada. Buscada y encontrada en confines madrileños, viajó para convertirse en un inolvidable regalo. La fui leyendo a sorbitos, no quería terminar. Llegó en tiempos convulsos, extraños, ahogados en silencio, agobio y acontecimientos inesperados, asperezas que fueron suavizadas por la lectura.
He admirado el quehacer de Valeria Correa Fiz desde el día que tuve la fortuna de conocerla, leerla y, si esto fuero poco, aprender de ella en un inolvidable taller. Leerla es viajar a aquellos días, un regalo inusual.
Para que tu hijo se forme ajeno a la oscuridad del radicalismo, coloca en su mundo el gusto por la lectura. Entusiasma su hábito lector, enamóralo de los libros.
Leyendo sabrá que la diversidad es natural, que existen distintas maneras de construir la vida, aprenderá a tender puentes, conocerá las profundidades de la naturaleza humana. Se sentirá a gusto sintiendo.
Descubrirá en geografías literarias que las ínfulas de supremacía son máscaras para ocultar los miedos o argucias para controlar. Leyendo desatará los nudos de la Historia.
Que lea mucho, que lea de todo, que lea siempre. Desde “La cabaña del Tío Tom” hasta “La patria del criollo”, desde “La ciudad de los perros” hasta “Todos deberíamos ser feministas”.
La literatura dará rienda suelta a su curiosidad, nutrirá su imaginación, le mostrará el lado florido de la humanidad, también el sombrío.
Leer lo hermanará con minorías y le mostrará las miradas del pasado. Leer le enseñará la importancia de profundizar en el drama ajeno para comprender que no existe una única verdad. En compañía de los libros desarrollará el sano hábito de cuestionar.
De libro en libro tu niño se formará como un hombre reflexivo, inquisitivo, militante de la libertad.
“La poesía fue para ambas, el refugio donde lamernos las heridas, la tabla de salvación, la casa.” Carmen Matute en el ensayo AMADA, escrito en honor a Margarita Carrera.
Son tantos los elementos cautivantes de esta libro que resulta difícil escribir esta nota en términos breves. Empiezo por lo indispensable y esencial: gracias, Carmen Matute. De nuevo su escritura me ha conmovido, me ha prodigado el placer indiscutible de la buena lectura ¡me ha instruido tanto!
Un privilegio leerla, mi gratitud es inmensa.
“EL OFICIO DE ESCRIBIR” de CARMEN MATUTE (Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2015), es una colección de ensayos sobre escritoras y escritores, sobre géneros literarios, artistas de otras disciplinas, sobre la vida, su gozo y su horror. Es tan evidente el profundo conocimiento de la trayectoria de los autores y de ellos mismos que Carmen logra despertar en el lector apetito de más, mucho más.
A veces, en medio del tesoro que representa aprender de cada tema desmadejado en la obra, surge un asombro incontenible por el uso que la autora da al lenguaje. Escribe una prosa tan hermosa que es necesario hacer una pausa. Respirar. Volver texto atrás y leerlo en voz alta. Es conmovedora y profunda, sostiene el hilo de su relato sin que una sola hebra quede suelta.
Leer los ensayos sobre Margarita Carrera o Luz Méndez de la Vega la convierte a una en testigo de una amistad, un respeto y una admiración tejidos sobre el manto sagrado de la poesía. Entre ellas reinaba una complicidad digna de sana envidia. Carmen hace honor a sus amigas del alma con cada uno de los laureles que se ganaron en una era en la que el oficio de escribir era campo minado para las mujeres y para quienes pensaban diferente.
Escribe con total sentimiento, desde el amor y desde la solvencia que el profundo conocimiento del oficio y de la persona otorga. También sacude emociones cuando escribe sobre Luis Alfredo Arango o Amable Sánchez Torres o Isabel Ruiz. Carmen sorprende y conmueve y conmueve y sorprende. Ejemplo de esto es el ensayo POETA DEL EXILIO. Una pieza en la que, desde los lazos poéticos y sanguíneos que los unían desde siempre, rinde un sentido y a la vez feroz homenaje a su hermano Mario René Matute.
Podría mencionar cada ensayo porque todos y cada uno abarcan importantes lecciones. El universal Pablo Neruda, Gabriela Mistral, el inmenso Alejo Carpentier, Tennessee Williams y tantos otros personajes habitan este libro, distintas ciudades son visitadas y tantos viajes al interior de la condición humana emprendidos, que antoja llamarlo un compendio esencial de sabiduría. No faltan las reflexiones sobre las denuncias que han agitado el quehacer literario en Latinoamérica, tampoco las denuncias en sí sobre crímenes ancestrales que aún suceden.
Desde el nacimiento de la poesía erótica en imprescindibles voces femeninas (Ana María Rodas, Delia Quiñónez, la misma Carmen, por mencionar algunas abordadas en el libro) hasta el Jazz y sus míticos ídolos, pasando por legendarios exploradores marinos, “El oficio de escribir” aborda tal variedad de temas que constituye una obra vital.
Resulta imperioso recomendar su lectura a todos. Sin embargo, y con urgencia escribo, para quienes vivimos en y morimos por el quehacer literario, este libro es lectura imprescindible.
Un portento su libro, Carmen, gracias por compartir sentimiento y conocimiento tan magistralmente.
“Yo no propongo una literatura de pancarta, pero sí una literatura que involucre un compromiso posible. Un compromiso moral al que debemos responder positivamente por el simple hecho de encontrarnos en la situación privilegiada que nos da el pertenecer a una élite educada.” Carmen Matute
Aunque la escritura sea una manifestación artística, un ejercicio que reta a la creatividad y a la imaginación, también encarna compromisos.
Escribir ficción, por ejemplo, perfila sin reservas los infinitos relieves de la condición humana. Explora, desnuda, inquieta. Muestra, no explica. Despoja del miedo a lo distinto, tiende puentes.
La literatura coloca llanto ahí en donde más se necesita, da voz a quienes han sido silenciados. Estimula el ejercicio de la compasión. Habla mirando a los ojos. Crea belleza a partir de casi nada. Con suerte, cambia la historia de cada lector.
La poesía se gesta en el centro mismo del sentimiento. Surge pura. Es el más feroz intento por preservar la hondura en la emoción.
El teatro es el cosmos de todos los espejos.
El ensayo, una inspección continua de la fragilidad o de la evolución. Una manera de utilizar el lenguaje para colocar dedos sobre todas las llagas. El perpetuo cuestionamiento de lo que sí es y lo que no debiera ser.
Toda expresión artística es un acto de resistencia, un camino construido con recursos estéticos que conduce a nuevos lugares en la conciencia colectiva.
Cada rama en el espacio de la creación guarda un compromiso supremo, el compromiso con el arte mismo.
Dejo símbolos entrelineados, signos de interrogación atrapados entre ideas, anotaciones al margen. A veces, con acuarela de llanto, dibujo la intersección de nuestras historias sobre sus planicies de papel.
Los libros son también geografía. Si visitás los que he caminado, los que durante noches interminables he hecho míos, encontrarás fantasmas de mis pasos en busca de la verdad.
Una conquista imposible.
Aquí estuvo ella- acusan sus páginas- ha dejado huellas de lápiz por doquier. Ha doblado esquinas. Ha mojado todo.
Pero los libros son hijos de la libertad, tierra afable para todo aquel que necesite su belleza.