Endulzan

Mi padre me enseña la magia del control remoto, el misterio del televisor a colores.

Es domingo y su cadencia pacífica permite que deambulemos por temas simples, curiosos, ajenos a la cotidiana rutina de cada uno. Él descansa de su rutina laboral en una agencia de publicidad, yo descanso de las exigencias de primer grado.

Mañana avanzada, mi padre termina de instalar su novedad. El televisor anterior aguarda su destino en el suelo, con su antena torcida sobre el costado. En blanco y negro, con tres diales circulares de un café desteñido, no se parece en nada al joven aparato que ha movido su silla.

Estamos en la habitación de mis papás, en Mixco, en la casa de madera que más bien tiene pinta de cabaña. Su entorno rural le confiere esa calidad. Con camino de terracería y vegetación caótica, este lugar es nuestro hogar.

Él está de cuclillas frente a su nuevo artilugio. Yo también, de cuclillas, a su lado. Como si agacharme fuera necesario.

Él, joven tan joven, está entusiasmado. Yo, niña tan niña, estoy inundada de curiosidad.

Mi padre me enseña la magia del control remoto, la posibilidad de más canales, una calidad de sonido insospechada, el misterio del televisor a colores. Corren los años 70, él aun vive. Yo aun lo escucho.

Los recuerdos acolchan la ferocidad del presente, la endulzan. Atizan llamas vitales. Salvan, como salvan los besos.

2 comentarios sobre “Endulzan

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