La juventud nos sucedió en los años del miedo.
El tiempo ese, tan definitivo, tan determinante
transcurrió amurallado por silencios convenientes.
Construían, quienes se encargaban de construirnos
lineamientos rectilíneos para amurallar nuestra formación.
Dictaban qué sí y qué no equiparía
el aljibe de las verdades fundamento.
Ordenaban qué no, quién no
cómo no, dónde no, cuándo no
como si el espíritu humano supiera rendirse
a la costumbre de las ordenanzas.
La juventud era zona minada.
Implacable filtro, el reformatorio anticipado.
El cuerpo, un enemigo al acecho y el alma
frágil ingenuidad necesitada de protección.
¡Cuidado, niñas!
Y en ese lugar que recorre el ser humano
cuando la mocedad lo embellece
en el jardín de la pletórica fertilidad
dentro del vergel donde ideas y sensaciones florecen
guillotinas ajenas intentaron podar aquello que desbordaba
los muros rectilíneos.
Casi lo logran. Casi.
Olvidaron, los arquitectos de nuestro pensamiento
que el corazón es un manantial de rebeliones.
La obediencia era peaje
el precio que aniquilaba los ímpetus.
El castigo eterno, la condena insalvable. Confundidos
practicábamos la autocensura por permitirnos
el pensamiento monstruo.
Hasta que a pulso de intuición y cuestionamiento
y noches sin dormir, iluminó el verdadero amanecer.
Mientras soberbios mandamientos sofocaban
frenética,la vida moza sucedía en busca de libertad.
El peaje perdía propósito.
En la radio, Mujer contra mujer cautivaba sin miramiento
no existe inmunidad contra su melódico significado.
Tarde o temprano, la condición humana sucumbe a la belleza.
Cuenta, Mujer contra mujer, una historia de hondo amor
de amor dolido, de amor prohibido. Oculto amor.
Y sobre aquella canción pesaron nuevas prohibiciones.
No se escucha, no se comenta.
¡Niñas, por favor!
Es un error, decían las formadoras
una mentira, los ingenuos
¡Qué peligroso! los radicales.
Una belleza, susurraba el alma conmovida.
Pedazos de verdad caían en su sitio. Imágenes.
La pariente aquella, la dulce mujer con modos de hombre
la que prodigaba cariño en el saludo y la mirada
la que pocos invitaban, era dueña de la verdad prohibida.
Toda ella, un secreto.
¡Cuidado, niñas!
Pero la pequeña que aún me habita, presa de curiosidad
de ternura quizás, atravesó el pantano de las advertencias
derribó el muro de los juicios, sin sentirlo ni notarlo
cortó a navajazos la sentencia que pesaba sobre la cabeza
de aquel buen ser humano, vio la verdad, sintió su esencia.
Pronto la encontró, plena y clara, como su cariño.
Enfrentada a la injusticia
iluminada por la luz que no se desvanece
construyó su propia idea de aquella mujer con mujer.
Sí, trozos de verdad encontraron su sitio.
Supo también, alma adentro, que el tío amable y discreto
que bajo la sombra de una familia de puro macho
permanecía en lejana esquina, detrás de todos los silencios
conocía un amor tan puro como el puro amor
poseía el privilegio de ser amado
por un hombre entre tantos, un hombre de corazón mejor.
Llegó la juventud cargada de cuestionamientos
¿Pero por qué no? ¿Pero por qué así?
agobiada por tanta contradicción
ansiaba participar en una inexistente conversación.
Y a pesar de los tiempos plomo
de la convención y la advertencia
a pesar de un siglo XX aplastador
tendió mil puentes
borró las ajenas distancias, abrió los brazos.
Hasta el día de hoy, por siempre y para siempre
para todos, cada uno, cada una y para todas
hasta el último día.
Publicado por nicteserra
Apasionada por la literatura, las historias, la poesía especialmente. La palabra, ese maravilloso instrumento, me explica el mundo. Mi locura es escribir, por supuesto, también leer. Tengo la certeza de que la creatividad es necesaria en todos los universos, los versos y las historias, la vida...
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