Nota los hilos de tristeza que escapan por sus ojos, reconoce que al cutis se le apagan las constelaciones.
El rictus melancólico es más elocuente que su silencio. Aquellos labios de fruta se secan, se apagan.
Aturdida, desde este lado, no sabe cómo prodigarle consuelo, cómo devolverle la belleza que nacía en su alegría, la algarabía que endulzaba su semblante. El futuro.
Desde este lado, la impotencia de no ser capaz de salvarla la destruye a ella también.
Desde este lado, solo le queda romper el espejo.