Hermanas

 ¿Cómo explicar lo que cada una de estas tres mujeres significa para mí?  son parte crucial de mi historia y de mi identidad. Mis hermanas son las mujeres de mi vida, constantes, permanentes, siempre cercanas. Fue una aventura crecer juntas, desde las carcajadas y las travesuras hasta los pleitos y jalones de pelo y conflictos estrogenosos, todo forma parte de la experiencia más entretenida de nuestra vida. También la más sólida. Las quiero a morir y siempre las siento conmigo. 
No recuerdo el día del nacimiento de Anaí, yo era pequeña, tenía 2 años y pico. Pero la tengo presente de bebé, como de nueve meses tal vez, pelona, implacablemente seria, con un gorrito blanco que le ponían un día sí y el otro también para proteger su cabeza poco pelo. Hoy es un mujerón mandatario, guapa de arrebato, elegante, dueña de una integridad que me enorgullece.
El nacimiento de Mayarí es de las primeras memorias que tengo a buen resguardo. Recuerdo muy bien cuando nos llevaron a conocerla, la cunita, la habitación de mi mamá en el hospital. El abrigo que me pusieron. Su llegada es como una película en blanco y negro guardada en mis recovecos primeros de memoria. Era preciosa desde muy pequeñita. La Mayas creció traviesa y tremenda, hasta que la enfermedad la dobló. Es complejo explicar el nudo que nos atraviesa al ver quien es ahora, su salud, frágil, es un péndulo impredecible. Con eso y todo, desde su silla de ruedas pertenece al acontecer familiar…con eso y todo, no pierde la risa ni el apetito. 
El nacimiento de Anayansi fue todo un acontecimiento. Tener una hermanita bebé a los casi 8 años me hacía sentir importante. Recuerdo cada detalle, un supuesto hermanito que fue hermanita. La vida sabe por qué completó a esta manada de mujeres con una cuarta. Fue altísima desde el día uno y flaca, era como una culebrita en pijama amarillo con la mano chiquita aferrada al barrote de la cuna en el hospital. Sus pestañas impresionaban, no había llegado a la casa y ya parecían postizas. Blanca, con un par de manzanas rosadas bien puestas en el rostro recién nacido, mi baby sis era comestible. Podía cargarla, eso la hacía aún más fascinante. Hoy, también ella es un mujerón, la naturaleza le dio el tamaño que a mí me quitó. Es soñadora, impetuosa y enérgica, su corazón no negociable, abierto. Amo estrujarla porque, a pesar de perderme en su abrazote, siempre será mi baby sis.  
Mis hermanas son tesoros puros, las quiero más allá de todo. Cada una de ellas es un universo completo y distinto que de alguna forma me cobija, me ubica entre junglas, la dicha de tenerlas imposible de igualar

                                  

   

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