No, yo no estoy en el cuadro de honor de los centinelas del español. Mi teclado pequeño solo tiene la puerta trasera de la pregunta. Tampoco abre el umbral de la exclamación. El muy gringo no me permite honrar a mi idioma de porcelana ibérica. No supero tal vergüenza.
Me redimo en la computadora. Ella sí sabe de puertas y demás símbolos castellanos. Para mi mala suerte, el whatsapp no se deja utilizar en el ordenador, y esa red verde blanca que me acerca a mis amigas imprescindibles, me obliga a pecar.