Tenemos algo íntimo, el mar y yo. Una dualidad. Atracción y rencor. Puede verlo durante horas, sentir su sala y su aire y su voz de ola. Puedo regocijarme con su guapura, entretenerme con la cadencia de su espuma, ver el vaivén de sus aguas que no se agota y no se repite. Porque cada llegada es distinta, y cada momento único. Puedo disfrutarlo.
Pero también recuerdo, y sé que no fue personal, pero este mar que me apasiona y me seduce y me hace sentir viva, me colocó frente a frente con la muerte. Irreparable e implacable.