LA PROCESIÓN

A veces la procesión es tan grande que se sale hasta por las orejas. Aunque hagamos malabares no se queda dentro, la muy necia. O no es solo una. Entonces se juntan y hasta se chocan, y nuestros cucuruchos se descontrolan. Loquean en nuestro corazón para ver como resuelven. Mientras no se les resbale el anda del todo estamos medianamente seguros.

Si se cae, todo el escándalo de su peso produce un dolor difícil de maniobrar. Un verdadero canalla. Por eso hay que buscar fuerza y ánimo hasta por debajo de las piedras. En momentos así de peludos un abrazo cae del cielo. Largo, suave y cálido. Un apacho generoso nos salva y recuerda que el tamaño y el jaleo de las procesiones dependen de nosotros. Un buen abrazo nos hace renacer. No sé por qué a ratos lo olvido.


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