MUERE UNA GUITARRA

Ha muerto otro grande de  las artes.  Paco de Lucía ya no tocará más su guitarra de mucho salero. Sus acordes mágicos siempre me transportaron a ese flamenco que se me metió en el alma desde que era niña para quedarse y acompañarme.  Como si fuera premonición, anoche mientras trabajaba un poco,  escuchaba su interpretación magnifica del Concierto de Aranjuez. La he gastado a pulso de repetición y siempre me alborota los sentires. 

Me trasportan, don Paco y su guitarra, a aquellos años de adolescencia en los que la dificultad de un zapateado era quizás la única verdadera dificultad que me apremiaba. 

Los que aprendimos a sentir los palos del flamenco sabemos de qué tamaño es la pérdida que deja su muerte. Descanse en paz gran maestro.


Con un poco de poesía, para que acompañe a la música en su luto:


«Ven a mis brazos guitarra
que cantas llorando.
No sé qué te está pasando,
pero algo se te desgarra.
Entre tus cuerdas se amarra
eso que no puede ser.
Te empiezas a conmover
cuando mi mano te toca.
Y es porque guitarra loca
te estás volviendo mujer.»

MANUEL JOSÉ ARCE






Aranjuez, por siempre el Concierto de Aranjuez



Y las eternas bulerías…




¡Cómo no sentir su muerte! si se lleva un trozo de nuestra historia con él.



Sin que faltaran esos fandangos que tanto siento en «Los Aires Choqueros»…


      

LA CAJITA DE DON JUAN

Hace meses escribí una nota sobre un lustrador de zapatos que frecuenta el complejo de bodegas en donde trabajo. En aquella ocasión –como les conté- se me hizo poporopo el corazón al ver la escasa demanda que este artesano del calzado limpio encontró. Se fue silbando como quien agradece otras cosas vitales, ante la imposibilidad de poder agradecer el encuentro con algún cliente. Aquel día nadie quiso lucir un esmerado y profesional lustre.

Pero don Juan es perseverante. Por supuesto volvimos a coincidir y a ritmo de pláticas fugaces, podría decirse que ya somos amigos. A él le divierte mi curiosidad y conversación, siempre se ríe y dice -¡Ay seño!- . A mí me conmueve la actitud con la que se conduce. Es risueño y agradecido.

Cuenta que poco a poco fue integrando una cartera interesante de clientes en las bodegas. Los dichosos señores aprovechan el rato para fumar o leer la prensa, como hacían los caballeros de antaño cuando derrochar tiempo era un lujo cotidiano.

Ya hicimos negocio, don Juan y yo. Todos los jueves le traigo zapatos de hombre. De Alex o de mis hijos, aunque ya no les queden o estén limpios. Eso es lo de menos. Lo importante es generar trabajo, poner a buen uso la cajita de don Juan, y de paso entablar una conversación pequeña que nos haga reír a ambos un poco.

ASÍ SE QUIERE

La gente que te quiere solo te quiere, de verdad y desde el fondo. Sin juicio. No cuestiona y no necesita que te expliques. Te quiere así, con tus colores y palideces, con tu risa o tus lágrimas. La gente que te quiere disfruta queriéndote y se cuida de no entrar en el oscuro laberinto de las opiniones sin sentido. Así es como ejercemos el dichoso privilegio de querer. Y así también, es una fiesta dejarse querer. 

DEL BUEN AMOR Y COMO SE HACE

Cantaba sin mucho pensar lo que la radio dictaba. Aún era niña. Una tarde tarareando una canción que hablaba de hacer el amor, Lupe  me dijo “Chish nena, eso no se canta” “Entonces ¿por qué lo cantan?» pregunté.  No le di importancia ni a la letra ni al regaño y el tiempo como a todos me hizo crecer. A paso de vida y de amores aprendí y saqué mis propias conclusiones.     
 
Esto de amar y dejarse amar abarca mucho más que un rato encendido. Es más grande que un acto de acrobacias sobre un escenario de sábanas.  Estas deliciosas audacias son solo parte del arte supremo del amor. Reconocerse con los cinco sentidos es el mágico principio, esplendoroso a todas luces.  Pero quererse es mucho más, casi un milagro que sucede y  aunque milagroso, vuelve a suceder.
 
El amor se parece al océano, a vece sereno y esperanzado, otras agitado e indómito, siempre rodeado de puertos. Navegarlo es un prodigio, la travesía te marea en ocasiones y te acuna en otras. Sus corrientes se visten de tempestad en momentos siniestros o empujan a costas inesperadas o te llevan a puertos dichosos.
 
Amar no se trata solo de hacerse caricias, saborearse a mordidas, lamerse la piel  o fabricarse hijos. Es un ritual más profundo, un intento por completarte. Es amanecer, con la cabeza alborotada sobre la misma almohada, y encontrarse con la mirada del otro, es ver con gozo cómo esos ojos hablan. El amor es asombrarse con el brillo que el sol dibuja sobre su perfil, y saber que amaneciste en la mejor piel del mundo.
 
Es multiplicar la felicidad en un abrazo chicloso y rematado con la certidumbre del buen beso, es reconocer el mejor uso que podemos darle a la boca. Y también es encontrar refugio. En momentos de angustia, es tomarse de las manos, apretarlas y atar con ellas un nudo ciego. Sentir en ese amarre cómo la fuerza del otro pasa a tus venas. Es dejarte invadir por su energía con la certeza de que te la ofrece porque te ama.
 
Se fabrica amor  en una conversación iluminada, en una carcajada de dos,  o en la paz de un silencio compartido.
 
Estar enamorados es transitar caminos juntos, disfrutar de los buenos y aprender en los malos. Celebrar las victorias del otro como propias, sostenerlo en sus derrotas. El amor también sucede cuando te dejas celebrar y sostener, y sientes con toda fuerza el privilegio de tener unos brazos en donde caer y un hombro para llorar. El amor es gratitud por tenerse.
 
Amarse es ver pasar los días y la vida, es aprender. Atizar el fuego de todas tus pasiones y ver cómo en él se consumen los desencuentros, los rencores. Es tomar la decisión de quemarlos y entender que esa hoguera no se extingue, solo se transforma.
Llegará el día en que tu pelo sea blanco, sin embargo seguirá siendo su juguete favorito. Cuando esté jugando con ese mechón te darás permiso de sentir el mismo escalofrío que te invadió la primera vez que te tocó, y sentirás la verdad del amor.
 
Hacer el amor será envejecer juntos. Cuidar al otro y dejarse cuidar, hasta el día que la vida abandone el cuerpo de alguno de los dos. Despedirse para siempre con un beso largo y la sensación de haber tenido juntos algo grandioso, irrepetible, orgásmico.
 
Algo así es como se hace el buen amor. Al final del día no resulta tan complicado…
 
 

RESURRECCIÓN MUSICAL

Felices sucesos musicales hemos reencontrado en los últimos meses.  Han surgido ediciones con gran calidad, de canciones que sonaron y enamoraron durante los últimos años del siglo XX. Alejandro Fernandez y Christina Aguilera  revivieron a Miguel Gallardo y su «Hoy tengo ganas de ti», con tanta pasión que invita a tener ganas. Dan Masciarelli y Ashley le hicieron un cambio de imagen a «Úneme» de Juan Pablo Manzanero sin quitarle sus millones de poemas.


Y regresó Sergio Dalma. Este maestro de la voz de granizada -dulce y raspada- se lleva mis palmas. Nos recordó los 80´s y la Luna de Daniela Romo, esa que SI pedimos. Le puso el sello suyo que invita a esperar todos los inviernos. También retrocedió con talento a los 70´s y resucitó   a «Cuerpo sin alma» -triste canción, triste cuerpo- de Ricardo Cocciante, el “Corazón Gitano” de Nicola Di Bari y “De amor ya no se muere” de Gianni Bella. Pero no se quedó ahí. Acabo de escuchar a dueto con Chenoa «Te Amo»,  revivieron en español a la versión en inglés de Laura Brannigan y la italiana de Umberto Tozzi. El arreglo es una delicia.
Buenas canciones mejores recuerdos. Y Dalma simplemente espectacular.

“Dame tu vino ligero…”



DE MAESTRAS, HISTORIAS Y CANCIONES

Esto de caminar por la vida tomada de la mano de libros, poemas y música ha sido la mejor aventura. Una suma de momentos espléndidos en los que he conocido personajes y he compartido sus aconteceres. Ha habido momentos estelares, muchos como para enumerarlos todos, cada libro trajo su magia y dejó un pedazo de sus amores.  Cada canción un significado inolvidable.

En el año 86, mientras cursaba IV Bach tuve una maestra de inglés, apasionada por la literatura y por la gente. No creo que lo sepa pero me dejó, entre muchos, dos regalos en forma de lecciones.   El primero me lo dio en forma de proyecto. Debía yo leer un libro y hacer un book report muy completo. Le llevé un par de opciones de la biblioteca del colegio. Me recomendó el que más había llamado mi atención: “Proteus” de Morris West. Jamás olvidé su trama, y tampoco el estilo del autor. Ya me gustaba leer, pero este libro fue la llave a un género más maduro en el que aprendí a conocer otras realidades. Esta llave abrió una puerta que no se ha cerrado en casi 30 años. Jamás se cerrará. Las clases pasaron, el colegio es recuerdo –uno de los mejores- y volví a encontrar a Morris West en otras lecturas. Siempre que lo leo recuerdo mi proyecto de inglés.

El segundo regalo fue la canción “People” de Barbra Streisand. Nos llevó la letra y en la clase fuimos comentándola. Desde ese momento me gustó mucho. Ahora entiendo lo que mi maestra quiso transmitir. El paso de la vida solo ha reforzado el poder  y la sabiduría de su mensaje:

“People, people who need people, are the luckiest people in the world” 

Así que hoy le doy gracias, Sonia Bendfeldt, por mis regalos de tanto valor.



CON UN BESO POR FUSIL

Son clase aparte. Un grupo apto para todo tipo de estudio: psicológico, sociológico y hasta antropológico. Curioso universo son los adolescentes. Van por ahí librando batallas imaginarias.   Privacidad y libertad sin límite son sus causas. Tienen ánimo de conquistadores, van en pos del Reino de los  Permisos. Codiciado territorio dominado  -a veces-  por el clan de los papás. La testarudez y la necedad son su estrategia, les sobra energía para insistir, arma poderosa. Esa que nosotros los adultos hemos gastado en menesteres menos demandantes.


Respiro e invoco a las deidades de la paciencia y la sabiduría. Cosa complicada es malabarear con el ánimo indómito de nuestros jóvenes amados.  Y como no poseo habilidades bélicas, mejor acudo al campo de batalla con una canción como lema: «Con un beso por fusil»…

Merecen nuestros besos y abrazos aunque ellos estén atrincherados. Al fin y al cabo, alguna vez hace mucho, militamos en las mismas filas, y con sabio amor nos enseñaron a firmar la paz. O con coscorrones, pero encariñados.  

SEÑORA GRANDE Y GENEROSA

Es una dama generosa. Todas las mañanas recibe con brazos abiertos los afluentes de vida que envían sus hermanos menores. Mixco, Villa Nueva, Santa Catarina Pinula o Fraijanes, todos mandan a sus hijos para trabajar y formarse en la señora ciudad de Guatemala.

Yo la veo desde la colina que un día sí y otro también recorro camino abajo hacia la vida y el trabajo cotidiano. Mucho sobre sus carencias y defectos leo sin tregua en los diarios. Sin negar que existen tales y tristes asuntos, hoy prefiero rendirle homenaje. Decirle que a pesar del paso del tiempo, las catástrofes naturales y las que le hemos provocado, sigue guapa y conserva el toque de clase que me hace amarla tanto.

Es bella nuestra ciudad. Un valle custodiado de colosas vestidas de verde tomadas de la mano. Montañas que resguardan sus días y noches. Sin descanso da cobijo y oportunidades de construir país y familia a sus guatemaltecos. Con el alba despierta el frenesí de sus habitantes.  Como si fuéramos sangre, llenamos sus arterias del ritmo vital que lleva y trae desde comerciantes de a pie, hasta servidores públicos. Estudiantes, artesanos y emprendedores, todos la formamos, la energizamos y somos el pulso cotidiano que la hace evolucionar.


Guatemala es una ciudad de contrastes y convergencia. En una esquina-como en tantas- cada mañana se montan desayunadores de leyenda. Son pintorescos rincones de canastos bullendo de gente. Personas afanosas quienes antes de tomar el bus rumbo al trabajo, beben atol de elote urbano vertido, cual listón amarillo, de una tinaja ancestral vestida con perraje típico. Platican, esperan y se acompañan con chuchitos o pan de manteca.  A pocos metros, una vitrina exhibe extravagantes maniquíes con también extravagantes vestidos llegados de otro continente y otras realidades. Pero tanto en la esquina del atol como en la boutique de nombre europeo y precios aún más europeos, laboran personas con mucho en común. Somos todos ciudadanos de trabajo que mantenemos el corazón urbano de esta nuestra magnifica ciudad latiendo.

Nació un 1 de enero de 1776. Vestida de plazas, iglesias y calles cuadriculadas, fue una niña que creció hacia todos lados, perdió su cuadrícula perfecta, pero nunca su encanto. Las calles que algún día fueron transitadas por testigos en carruajes, ahora se rebalsan con autos, ruido, camionetas y gente que las consideramos nuestras y definimos su carácter de gran señora.

 


Su color favorito es el verde. Sus avenidas son puentes entre urbanismo moderno y doscientos años de memorias de un país que nacería poco después que su ciudad trasladada. Arterias flanqueadas por árboles ancianos acompañados por arbustos: sus nietos pequeños. Sembrados todos con la intención de embellecer y purificar la atmósfera y el porvenir.  

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Resguardada en algún rincón de nuestro centro histórico, la ciudad de Guatemala alberga un alma vieja y sabia. Solo ella conoce cuántas personas y sueños ha visto nacer y morir en esta su leyenda metropolitana. Solo ella sabe cuánto ha llorado y reído a lo largo de sus tantas jornadas.