Cantaba sin mucho pensar lo que la radio dictaba. Aún era niña. Una tarde tarareando una canción que hablaba de hacer el amor, Lupe me dijo “Chish nena, eso no se canta” “Entonces ¿por qué lo cantan?» pregunté. No le di importancia ni a la letra ni al regaño y el tiempo como a todos me hizo crecer. A paso de vida y de amores aprendí y saqué mis propias conclusiones.
Esto de amar y dejarse amar abarca mucho más que un rato encendido. Es más grande que un acto de acrobacias sobre un escenario de sábanas. Estas deliciosas audacias son solo parte del arte supremo del amor. Reconocerse con los cinco sentidos es el mágico principio, esplendoroso a todas luces. Pero quererse es mucho más, casi un milagro que sucede y aunque milagroso, vuelve a suceder.
El amor se parece al océano, a vece sereno y esperanzado, otras agitado e indómito, siempre rodeado de puertos. Navegarlo es un prodigio, la travesía te marea en ocasiones y te acuna en otras. Sus corrientes se visten de tempestad en momentos siniestros o empujan a costas inesperadas o te llevan a puertos dichosos.
Amar no se trata solo de hacerse caricias, saborearse a mordidas, lamerse la piel o fabricarse hijos. Es un ritual más profundo, un intento por completarte. Es amanecer, con la cabeza alborotada sobre la misma almohada, y encontrarse con la mirada del otro, es ver con gozo cómo esos ojos hablan. El amor es asombrarse con el brillo que el sol dibuja sobre su perfil, y saber que amaneciste en la mejor piel del mundo.
Es multiplicar la felicidad en un abrazo chicloso y rematado con la certidumbre del buen beso, es reconocer el mejor uso que podemos darle a la boca. Y también es encontrar refugio. En momentos de angustia, es tomarse de las manos, apretarlas y atar con ellas un nudo ciego. Sentir en ese amarre cómo la fuerza del otro pasa a tus venas. Es dejarte invadir por su energía con la certeza de que te la ofrece porque te ama.
Se fabrica amor en una conversación iluminada, en una carcajada de dos, o en la paz de un silencio compartido.
Estar enamorados es transitar caminos juntos, disfrutar de los buenos y aprender en los malos. Celebrar las victorias del otro como propias, sostenerlo en sus derrotas. El amor también sucede cuando te dejas celebrar y sostener, y sientes con toda fuerza el privilegio de tener unos brazos en donde caer y un hombro para llorar. El amor es gratitud por tenerse.
Amarse es ver pasar los días y la vida, es aprender. Atizar el fuego de todas tus pasiones y ver cómo en él se consumen los desencuentros, los rencores. Es tomar la decisión de quemarlos y entender que esa hoguera no se extingue, solo se transforma.
Llegará el día en que tu pelo sea blanco, sin embargo seguirá siendo su juguete favorito. Cuando esté jugando con ese mechón te darás permiso de sentir el mismo escalofrío que te invadió la primera vez que te tocó, y sentirás la verdad del amor.
Hacer el amor será envejecer juntos. Cuidar al otro y dejarse cuidar, hasta el día que la vida abandone el cuerpo de alguno de los dos. Despedirse para siempre con un beso largo y la sensación de haber tenido juntos algo grandioso, irrepetible, orgásmico.
Algo así es como se hace el buen amor. Al final del día no resulta tan complicado…