Él se sienta en la cabecera,
frente al televisor, como si fuera deidad.
No se quita los lentes oscuros,
ella tampoco.
Es guapa la señora,
tan joven, la señora.
Tres niñas, lindas todas.
Listones en el pelo, naricitas de museo,
cada una perdida en la profundidad de un móvil.
 
Él sigue un partido en la tele, inamovible, insonoro.
Ella, nada.
Apenas ve a la derecha,
un poco a la izquierda, como si buscara
sin encontrar.
Es la mesa del silencio
Los restaurantes
cómplices inocentes en el exterminio de la convivencia.
 
La televisión,
los móviles,
la incapacidad de conversar.
Cada quien come en su lejano mundo.
Bella familia.
                      Bello domingo.

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