Cuando la muerte marque el último aliento
y su boca bese el frío de mi frente
quiero una despedida pequeña,
con otro tipo de flor,
que no falten en mi alcoba de pino,
versos para la eterna lectura
poemas que me cuenten el amor.
Sepúltenme con mi huipil de sol y claveles,
con simple lona en las piernas y,
en los pies,
mantos de pura nada.
Abrazada a un pergamino de poemas, colóquenme,
sin rígida ceremonia
dentro de un ataúd chico
dibujado con flores
por dentro y por fuera,
con muchos colores y,
si puedo pedirlo,
porque a los muertos se les regala un último sueño,
llenen el aire de mi entierro
con el canto atemporal
de un mariachi.
“Me voy a quitar de en medio”
la canción de mi escogimiento.
“Recuerda cuánto te quiero,
que desde siempre te quise…”
