Alineamos el andar a una ruta estrecha que no terminamos de comprender para ejercer la maternidad como se espera.
Y no, jamás sabremos si el exilio interior al que nos sometemos las madres para proteger a los hijos del lado salvaje-lúdico-fantasioso de nuestro espíritu, ha valido la pena.
Quizás hubieran crecido más completos, más honestos con ellos mismos, si nos hubieran visto en plan aventura, en búsqueda de sueños, bailando descalzas bajo la luna, tocando pandereta, recitando nuestra propia poesía en voz alta.