Una visita mediana bastaría para sostener la conversación que no llegó a completar nuestro aire. Padre entrado en madureces hablaría con hija adulta ahogada en dudas. Desnudaríamos el corazón para convertir en palabra lo que guardamos dentro, juntos descifraríamos el misterio. Nuestro tono sería el que hablan los de la misma sangre. Me gusta pensar que me escucharías como nadie, que te encontrarías en mis argumentos o ubicarías mis desvaríos.
Llevo años en la búsqueda, pero verás, solita, algunos asuntos se tornan difíciles. A veces también se trata de la ausencia de tu hombro. Ha faltado tanto. La solidez de tu consuelo, algún consejo. El amoroso pañuelo de tu silencio dando cancha al escándalo de mi llanto, la algarabía de tu alegría para multiplicar la mía.
No viste cómo crecí para convertirme en mujer de medio siglo, en mujer de exceso en curiosidad y sentimentalismo. No te vi envejecer ni llenarte de sabiduría. No hubo complicidad de adultos, tampoco consuelo paterno en noches de cristales rotos.
Ya lo sabés, el accidente, la noche, el mar, la muerte. Por eso te pido una visita mediana, ¿Qué decís?