¿Y si un río imaginario se llevara los asuntos que el tiempo no logra borrar?
Alguien dentro de mi cuerpo lo desea,
una mujer con vidrio sobre el rostro.
Adivino movimientos de agua con fondo verde.
Los reconstruyo gota a gota.
Observo cada detalle, remolinos y olas pequeñas,
escucho todos sus sonidos acuáticos.
Veo cómo bajan al muelle los días fantasma,
los que, aún pesados como plomo,
roban mi calma fracturada.
Encuentro también,
apostados en el muelle,
a los momentos hada,
aguardan apenas sin moverse.
Serenos, luminosos,
todavía regalan sonrisa con cascabel.
Quisiera quedármelos atados en los dedos,
como si fueran anillos.
Son cada vez más escasos los sonidos de cascabel
en estos días de dunas desérticas.
Pero busco espacio para crear nuevos,
momentos y encuentros y sonidos que apacigüen.
Solo si escapo de los fantasmas y dejo ir a las hadas,
pasajeros anónimos
de una barca rumbo hacia otra dimensión,
será posible encontrar el espacio para mis espacios.
Bajan uno a uno.
en franca parsimonia.
Encuentran acomodo en esa embarcación de un solo viaje.
A cada uno doy la despedida.
Los beso lento, con gratitud.
Evoco la pasión con que me enseñaron a vivir,
la intensidad que dieron a mi sangre. El llanto.
Agradezco a cada asunto por sacarme del letargo.
Les pido den lugar para que llegue lo nuevo.
Aceptan.
Saben de mi deambular no lineal por la vida,
en el silencio del adiós coincidimos,
certeros de que habrá futuro para reencuentros.
Parada en el muelle veo,
apabullada,
cómo se pierde la barca del pasado en el río de mi historia.
Invento para ella una lenta travesía.
Abro los ojos.
Nada ha sucedido,
es apenas arrogancia de mi imaginación.
Un vano intento por huir.
Todo permanece igual.
Fantasmas y hadas en el centro mismo.
Y es que ha de existir una razón
de poder grande, indestructible,
para que ciertos asuntos permanezcan inamovibles.
Sigo buscándola.