No es obsoleta, a pesar de tal condena. La poesía posee el misterio de la permanencia, nace y renace. No habla sólo de amores y puestas de sol. Hay poesía en el miedo al abandono, o al ladrón del semáforo o al miedo mismo. Existe en el recuerdo de aquel edificio que alguna vez fue discoteca y fue demolido para enterrar secretos. Se esconde en el contenido de un clóset: un cuaderno que habla de mejores tiempos, o un jeans que se ajustó a la decadencia de un par de caderas, o el esqueleto que no se nombra. La poesía espera en la caja de zapatos de novia amarillentos que nunca se estrenaron.
Flota en el aire y en el wifi. En lo que dejó de ser, en una agenda imposible. Se escribe en bullicios de aeropuerto con despedidas y besos interminables. Viaja en correos electrónicos desesperados. La poesía habita todos los universos. Dichosos quienes la escuchamos.