Para escribir poemas me quedan las noches.
Las noches con luna, las de negra bruma.
las que se plagan de recuerdos hipnóticos
y viscerales. Las noches de solitaria soledad.
Para celebrar los amores míos, caminaré
esta noche sobre nubes transparentes.
Aunque la luna sea ligera, y asome
pequeña o tímida, mis letras en las
horas altas evocarán el mejor amar.
Dedicaré tiempos nocturnos a cada uno de
ellos. A quienes me han decorado las
habitaciones del corazón. A los seres que
han rozado mis manos o mejillas y mi alma.
A quienes rodearon mi cintura o besaban
las ilusiones que me nacían en la juventud.
A los niños que con inocencia de cuento
y con dientes de leche que ríen me abrazan
sin esperar nada heroico. Que me dan besos
de pequeño amor porque me quieren en mi
común mortalidad, porque creen en mí.
A las amigas que han escuchado mi risa y
mi llanto y mi grito desgarrado por los
cuchillos que rasgan al amor. A las que
guardan silencio para que mi alma aúlle.
A las que ríen conmigo en escandalosa
complicidad cuando embarga la alegría.
A las hermanas vivaces con quienes crecí
compartiendo habitación y muñecas y
miedos por un futuro que se movía con el
viento de un acontecer intempestivo. Como
árboles que se mecen, los tiempos de niñez.
Como flores de todos colores, las hermanas.
A los adultos que con primor me cuidaron
la infancia. Cuando la florida fantasía y
la inocencia y la esperanza de hadas que
llegarían, eran, con la más rotunda de las
certezas, feliz y únicamente mías.
Para todos hay noche suficiente. Y la gasto
trazando letras que se vuelven palabras y
versos. Estrofas. Porque todos caben en mi
corazón nocturno, porque hay silencio y con
honor se los dedico. Porque siento soledad y
la derroto con su recuerdo inamovible.
Para escribir poemas me quedan las noches
que, como la de hoy, no terminan jamás.