Para los zurdos existe un día

Nacimos –el diez por ciento de la población mundial– con el cerebro alambrado al contrario. No digo al revés, porque funciona. Simplemente usamos la pierna izquierda para abrirnos paso por el mundo. Y también la mano izquierda para escribir historias y recados y firmar cheques. La usamos para cepillarnos el pelo y los dientes o el sofá que el niño chorreó con leche chocolatada. La usamos para abrir puertas y ventanas, para cerrar miedos. Nuestra mano izquierda acaricia con talento a los amados y hace cosquillas a nuestros niños.  En un universo que fabrica batidoras y abrelatas para que los derechos cocinen, aprendimos a hacer pastel de almendra delicioso y abrimos la lata de leche condensada con un artilugio que discrimina el alambrado de nuestra mente. Lo usamos con ingenio y gracia, por supuesto. Como al mouse de la compu.

Crecí con un mapita de tinta azul en el costado de mi mano izquierda de tanto escribir y barrer -sin querer y sin borrar- mis palabras. Y así envejezco. Digamos que es mi tatuaje por ser zurda. Y sé que no estoy sola. A todos los zurdos del planeta, les abrazo en nuestra día. Una paleta distinta de colores cambiantes decora el lado derecho de nuestro cerebro, el que usamos para vivir y sobrevivir, por algo será. 


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