No todo quedó perdido.
Aún tejemos leyendas
de amores inventados.
Guardamos sueños temerarios
en escondites secretos.
Los sacamos a la luz para
revivirnos en sus osadías.
Trazamos planes de vértigo
en azoteas imaginarias y
saltamos con alas infalibles.
Como si fuera milagro el
corazón late de nuevo.
Dibujamos sobre arenas húmedas
siluetas hambrientas que se funden
en estremecido encuentro.
Exorcismo breve para soledades
largas. Esperanza de amor marino,
a pesar de la ola que lo engulle y aleja.
Vino bueno servimos a la imaginación,
y cuando abandona el espacio de
lucidez atormentada por reglas y
monotonía, surgen del polvo amores
que sí fueron de piel y realidad.
Despierta el cuerpo aletargado
a la alegría y a los besos
y a las miradas de antes.
Por un instante infinito el alma
arde en el mejor de los fuegos.
Después despertamos de nuevo a la
muerte lenta de los días iguales.
Pero el bien de la caída libre está hecho.
Y es que mientras el antojo
de revelarse ante el vacío no perezca,
nada quedará perdido en el olvido.