Este octubre que pronto termina llegó cargado de tanto, que resulta imposible imaginar una hoja de calendario con casillas pequeñitas soportando los kilos de la mucha emoción que trajo. Se ha rasgado mi almanaque. Empezó destemplado. Huracanes lo recorrían, se redujeron, los redujeron personas cercanas y queridas… los reduje llamando mi corazón al orden. Se transformaron en remolinos en los que giraban abrazos y un par de lecciones fundamentales.
Trabajo brotaba de todas mis fuentes, a diario, extraordinariamente. Bienvenido será siempre.

En cuestión de dos días, viví encuentros gloriosos que endulzaron el ambiente durante horas que necesitaban completarse. Llegó a mi un maravilloso regalo de letras y poesía. El presente más hermoso que pude recibir durante momentos de sentimientos en ebullición. Iluminación que una gran señora, la autora misma, me obsequió sin ella saber que era ocasión precisa para compartir conmigo el remanso que habita en sus versos.
Conocí la caudalosa generosidad de una mujer única, formadora de jóvenes, capaz de organizar y materializar cambios irrepetibles en la historia de sus educandos. Con habilidad y sin escándalo produjo un milagro. Con talento lo logró, enfocada en un propósito alto y noble, que quedaba más allá de su misión cotidiana. Conmovida y admirándola, vi como, en cuestión de horas que se sentían demasiado cortas, lo alcanzó. Fue una lección más que alimentó mi vida en este octubre, regalo poderoso que llevaré siempre pegado en mi centro.
No salía aún del asombro y alegría ante el milagro que mi amiga formadora fabricó, cuando llegaba la cúspide de este mes que jamás volverá a suceder.
Una ceremonia inolvidable de birretes y violines marcó el inicio de un rito de paso que apenas empieza. Las palabras sentidas y sensatas de otra gran señora que, lanzando estrellas al mar, entre ellas la pequeña de mis dos inquietas estrellitas, fueron un regalo más para mis momentos sentimentales. Al compás de las frases que hilaron su despedida, recorrí una historia cargada de muchos capítulos. Por las calles de mi memoria vi un desfile de disfraces, eventos y vivencias. Libros con dibujos infantiles que fueron cambiando de ropa hasta vestirse de fórmulas y ecuaciones; mochilas enormes cargadas por bracitos que crecían sin pausa. Tardes de marimba, canciones con campanitas. Aires de adolescencia que llegaron demasiado pronto…
Un carnaval de remembranzas dio vueltas en mi cabeza. Épocas de colores y sonidos que no volverán. Sin ella saberlo, su voz tomó mi mano y me condujo a través de diecinueve años de cuento con final feliz. Desconoce esta señora de qué tamaño es el regalo que cierta mañana de este octubre me hizo. No sé cómo contarle cuan tatuadas permanecerán sus palabras en mi memoria.
Un carnaval de remembranzas dio vueltas en mi cabeza. Épocas de colores y sonidos que no volverán. Sin ella saberlo, su voz tomó mi mano y me condujo a través de diecinueve años de cuento con final feliz. Desconoce esta señora de qué tamaño es el regalo que cierta mañana de este octubre me hizo. No sé cómo contarle cuan tatuadas permanecerán sus palabras en mi memoria.
A sabiendas de que nada es para siempre y más allá de la nostalgia, huellas Verdes quedarán de este Valle que completó en nuestros hijos su misión. Quedan logros y dificultades, reconocimientos y llamados al orden, retos y pruebas, el devenir universal de estudiar y aprender… mi inmensa gratitud por este proceso. Aprendieron mis hijos, aprendí yo, aprendimos todos. A buen resguardo mantendremos las enseñanzas que, en momento de necesidad, hemos de desempolvar.
En cuanto a los libros que coincidieron con esta experiencia, que llegaron a mí cuando empezaba esta despedida que me sienta grande, también quedan como símbolo de un octubre que agoniza. Abrazados traigo sus versos y la historia. No podía ser de otra manera, quedaron trenzados en mis emociones, en los acontecimientos.