Hay un pedazo en el jardín. Es un rectángulo perfecto. Aclaro, su forma está en mi mente. Solo nosotros la vemos, los de la casa, los de la pena. Yo la evoco con los ojos cerrados. Y ahí surge, definida, es cuestión de imaginarla, de sentirla. Encima de ella sembramos un rosal que no florece. Ni modo. Habla de nostalgia y recuerdo. Es el sepulcro de la Sassy. Se fue hace dos noviembres esta mascota que tanto nos amaba, y todavía la busco en su rincón de hortensias.
La lloré como se llora al novio más ingrato. De esos que se van sin siquiera voltear a ver.
Y si la revivo hoy es porque ya empezó el escándalo de los cohetes. Nada la asustaba más que el bombardeo ingrato de las ametralladoras. Corría como demente de un lado a otro. Buscaba silencios imposibles en los diciembres chapines. También la revivo porque hace un año llegó otra canche de mirada dulce. Una labrador que nos tiene enamorados. Casi tanto como ella nos mantenía.
He de decir que la Chela crece tan traviesa como fue la Sassy de cachorra. O más. Basta con ver el sillar de la ventana del comedor, todo sucio y dibujado con brochazos de lodo. Ahora las brochas traen forma de patas caninas. Sobre él camina la perrita rubia, es su pasarela para modelar. Trata de arrancar las tumbergias del señor de la casa, supongo que para comerlas. Han de ser dulces. Aquello queda como campo de batalla al día siguiente. Petalitos destripados y lianas que lloran a sus flores arrancadas.
De ese tamaño empieza la travesura de esta perra inquieta. Es un tractor destructor de jardines. Y de platos. También de juguetes. Tiene un cómplice, el Blitz. Pero este Huskey siberiano es más enigmático. No se entusiasma como ella ante las aventuras destructivas. Destruye, claro que sí. Pero lo hace con desdén. Solo si le sobra energía.
Ninguna como la Chela, ella celebra todo. Hay que ver como mueve las nalgas al andar. Porque no mueve la cola, contonea todo. Como si buscara marido, baila una cumbia.
Sin embargo guarda un respeto hacia el trozo de grama que cubre a mis recuerdos. A veces creo que sabe lo que sucede en ese pedazo de jardín. Por ahí no ha hecho destrozos. Ha de ver el fantasma de la perra vieja que se nos murió en un año triste. Hoy que escucho al cueterío de diciembre, también declaro: ninguna como la Sassy.
Únicas fueron y son nuestras perras. Y el perro guapo también. Destruyen jardines y bumpers, pero construyen afectos, los más puros de los quereres puros.
Nicté! Extrañaba leer tus escritos, tan emocionantes que me trasladan siempre a mundos distintos. Usualmente, cuando me metía a vagar un rato en Facebook y navegaba en las actualizaciones de todos los amigos y conocidos que uno tiene agregado, encontraba alguna nueva historia..algun nuevo cuento o invento tuyo y me lograba salir un rato de la rutina. Luego, deje de verlos y descubrí que ya no te tenía de amiga. Me encontré a Javier un día de estos y me contó que ya no tenías Facebook. Por suerte, recordé que tenía el link de tu blog guardado en favoritos… que emoción sentí al ponerme al día y volver a leerte.Seguí escribiendo, sos inspiración.
Me gustaMe gusta