Soy dichosa. Hay sensaciones que no perderé a pesar del paso del tiempo. Tengo la feliz certeza de que cuando la ancianidad me sorprenda seguirán aquí, muy adentro. Lo sé porque si se van ya no sería yo.
Una de ellas, vital como los abrazos, es la capacidad de asombrarme ante experiencias simples. Me emocionan profundo. Como un libro bien devorado, un poema que hace todo sentido o el reencuentro con alguna amistad de mi niñez. Escuchar una canción que me transporta a un buen recuerdo puede hacerme saltar de alegría, como niña.