Hace poco escribí –de nuevo y para variar- acerca de la poesía. Decía algo así:
La relación que construimos con los poetas se da en un encuentro íntimo. He aprendido que la poesía es un vicio de soledades, no puede compartirse. Cada quien la entiende como siente la vida, y nadie la siente igual.
De acuerdo a la UNESCO hoy es el Día Internacional de la Poesía. Celebro al poeta, al muerto y al vivo. Son tantos los poemas que se han escrito. Cuentan historias de amores, soledades, de muertes y vidas infinitas. De naciones y pueblos. Faltan muchos otros por escribirse, mientras nazcan seres que sientan habrá poesía.
Siempre, antes de dormir leo un poema. El efecto que provoca varía, depende del estado de ánimo que tenga y de las circunstancias que esté viviendo. Lo cierto es que siempre se involucra con las emociones. Por lo general hace bien, otras veces invita a llorar. Hay ocasiones en que un poema inquieta e impacta, provoca búsquedas y abre puertas antes ocultas. Después de todo de eso se trata: la poesía es para sentir. Si prestamos atención, está en todas partes.
Podría decir que cada noche me voy a la cama con alguien diferente. Su piel de papel acaricia mis manos. El escándalo de su verso entra por mis ojos y llega hasta la entraña remota, su voz de tinta endulza mi memoria. Tengo a mis favoritos de siempre: Sabines, Salinas, Benedetti, Lorca, Storni, Belli…todos son testigos de cómo envejezco y evoluciono a paso de página. Los revivo cada noche, para mí son mágicamente inmortales.