Eres bello, no cabe duda. Tu majestuoso tamaño intimida. Cuando vienes sereno, con cadencia amable, seduces. Muestras tu mejor cara y me invitas a acercarme. Ese murmullo de tu voz, dulce pero irónicamente cargado de sal, hipnotiza, podría escucharlo todo el día. La brisa de tu respiración acaricia mi rostro y me siento parte de algo mayor. Eres dichoso inmenso mar, porque a paso de siglos has perfeccionado el arte de sobrevivir, has aprendido a renovarte, renaces una y otra vez. Tus ciclos continúan, para eternidades mayores que las de nuestras vidas.
Bajas tu ímpetu, descansas con marea en mansedumbre, y vuelves a empezar con el arrojo de violentas embestidas y bruscas retiradas. Me cambiaste la vida, pero te admiro y respeto, tu presencia me atrae. Cuando pierdo la mirada en tu horizonte, me regalas algo que se siente muy adentro y me hace tanto bien.