Había visitado Charleston y The Isle of Palms en el pasado, varias veces, en diferentes épocas. Esos viajes de otros tiempos no fueron en avión. Llegué a ellos usando páginas de libros, fui guiada por la pluma de maravillosos escritores.

El sonido del mar es como lo pinta, el horizonte y el aroma que trae el aire me transportaron a algún capítulo de sus narraciones. Eso no fue todo. Entré a una tiendita costeña encantadora, llena de curiosidades y congelada en el tiempo. Aplaudí de la emoción al toparme con un anaquel repleto de libros de esta autora y su playa de Carolina del Sur. Sé que es una simpleza, pero esas son las casualidades que me emocionan.