Cuatro poetas pierdan su sitio en el mundo. No encuentran aire en la poesía, tampoco luz. Su devenir por la vida se ha convertido en una noche perpetua. Cada uno en su tierra, distintas todas, y en su tiempo de segunda mitad de un agitado siglo XX, naufraga entre las opuestas orillas de la vida y la muerte.
“Pero el abatimiento practicado con constancia, como un vicio, acabó abrasando el refugio del diario.” (Sobre Pavese)
Poetas reales que perviven hasta hoy en las alcobas de la literatura, sin encontrarse, protagonizan este libro. Sus historias se intercalan construyendo una atmósfera de reflexión alrededor de la devoción por la poesía, el deseo de vivir y la agonía de perderlo. El lector acompaña a Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Gabriel Ferrater durante los que fueron sus últimos días. Turín, Buenos Aires, Boston y Sant Cugat son los telones de fondo que, de suave y profunda manera se convierten en uno mismo.
“…el ánimo de Anne comenzó a cubrirse, siguiendo el movimiento de esos inviernos que llegan antes de tiempo y lo devastan todo a su paso.” (Sobre Sexton)
Ficción con registro de realidad o realidad con ánimo de ficción, Tallón ha escrito una obra conmovedora y reflexiva en la que la poesía es un personaje que acompaña y abandona a unos protagonistas atormentados. Con lirismo y belleza en el uso del lenguaje,el autor se acerca a los pensamientos y desgarros y emociones horadadas de cada poeta. Viaja en el tiempo a sus momentos mejores, a su obra y al corazón mismo de su talento que, de alguna manera, es el origen de su agonía.
“Este era el momento que el poeta más temía, el segundo en que levanta la cabeza y encuentra que se ha desdibujado…” (Sobre Ferrater)
A lo largo de la lectura Tallón cita grandes nombres de la literatura: Cortázar, Beckett, Ocampo. Habla de libros. Muestra breves pero completos escenarios y épocas del entorno literario. Construye intimidad entre el lector y cada uno de los poetas protagonistas. Y, por supuesto, entrega aquí y allá hermosa poesía.
“Frente a la máquina de escribir con la que redactó sus mejores versos, y los peores, ahora no hallaba la palanca con la que impulsar el poema…un angustioso espacio en blanco, un hueco, dominaba su ingenio.” (Sobre Pizarnik)
Leída la última página el lector queda sumido en un padecimiento que con fruición lo empuja a cavilar sobre las razones, los infiernos o dolores que llevaron a los cuatro poetas a tomar la decisión definitiva de secar para siempre la fuente de sus días.
“Hay las noches del whiskey y las noches del vino…hay las noches de París y las noches de Buenos Aires, hay las noches de los años cincuenta y hay las noches de los sesenta, hay las noches en casa y hay las noches en los bares, las noches de la cordura y las noches del delirio. En todas, la poesía se atraviesa por en medio, como el aullido de un lobo.”

