Lolo busca a su hermana mayor Lena en Barajas. Ella frecuenta el aeropuerto para robar. Lena es drogadicta perdida.
El pequeño indicio de que es posible encontrarla en ese espacio inmenso y público lo empuja. No ha visto a su hermana durante más de un año. No sabe nada de ella.
La encuentra y, a partir de ese momento, Lolo, a sus 16 años, se empeña en convencerla de regresar a casa y dejar el consumo atrás. La sigue hasta el poblado en donde ella compra la droga. Un lugar apocalíptico en el que clanes de gitanos, rivales a muerte, venden la droga a yonquis perdidos.

“Todo arde” es un descenso al infierno, un encuentro descarnado con el horror de la drogadicción y con la violenta oscuridad que define a ese submundo.
Y en medio de la podredumbre del ambiente en el que Lena sobrevive, de pronto surgen brochazos de ternura y fragilidad. Algo parecido a la esperanza aflora en breves mosaicos del amor que se profesan los hermanos y en el encuentro fortuito con una cachorra pitbull.
Construida sobre un hilo de permanente y bien lograda tensión, dueña de copiosas descripciones y personajes estupendamente perfilados, Nuria Barrios embarca al lector dentro de una noche interminable que se desmadeja en el poblado de la droga y en el empeño de Lolo por salvar a su hermana.
La historia completa transcurre en poco más de ocho horas. Dentro de ellas surgen peligros, desencuentros y encuentros con extraños personajes y el relato subyacente de la infancia golpeada de Lolo, atenuada por los cuidados que entonces le prodigaba quien fuera su hermana antes de la heroína y el crack.
Esto es la obra de Nuria, un manojo de horas trepidantes de una bizarra noche capaz de provocar angustia y cólera y un deseo férreo de salvar lo insalvable.
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