Hila Blum
Salamandra
“…solo he conocido un puñado de personas que digan que tuvieron una infancia feliz. Los demás son supervivientes a los que se les dio demasiado o demasiado poco. La vida siempre es una larga travesía para sanarnos de la infancia.”
Una mujer observa a sus nietas. Su única hija es madre de dos niñas. Las observa al resguardo de la noche, oculta tras las sombras, desde el lado opuesto de la calle. Expuestas por una amplia ventana, las niñas se mueven en los confines de sus pequeñas vidas. La mujer no conoce a sus nietas. Ellas no saben que tienen una abuela.
Vive en Israel, siempre ha vivido ahí. Es su país, el mismo en el que nació y creció su hija Leah, madre de las niñas, el mismo país del que esa hija huyó para nunca volver. Yoela viajó más de cinco mil kilómetros para ver desde un lugar seguro, sin ser vista, sin ser descubierta, a la familia que formó su hija Leah en la ajena y nueva vida, la que empezó desde cero en Holanda.
¿Hasta dónde debe llevar una madre los actos feroces a los que su amor la impulsa? ¿Por qué puede un ser humano romperse sin remedio ante las mordidas de una cotidianidad controlada por sus cuidadores?
En esta novela, Hila Blum ha construido una historia que convoca una completa e inusitada exploración. El devenir de una relación entre madre e hija. Armoniosa y cercana durante la infancia de la pequeña, va perfilándose a lo largo de la historia con un bien logrado suspense. Blum juega con el tiempo y conduce al lector de presente a pasado, del principio al final, de acontecimientos comunes a decisiones imposibles. Lo logra con constancia, de página a página.. Con pulida arquitectura literaria, esboza relaciones y sucesos, introspección e interacción. Integra los elementos de su narrativa con agilidad y cadencia. El resultado es una novela que sumerge al lector en recónditos espacios emocionales. Una tras otra surgen interrogantes.
Leah creció con el entusiasmo como estandarte y dueña de una adecuada colección de talentos. Llevó una vida de cuidados, urbana y apacible, en apariencia completa y segura. La niña quería comerse al mundo, un lugar que le encantaba. Vivía con intensidad y, mientras la vida lo permitió, su madre fue cómplice y compañera. Demasiado, quizás.
“Leah y yo teníamos un principio y una continuidad, entonces,¿cómo hemos llegado a esta situación?”
La autora traza la compleja y universal y muchas veces escabrosa ruta generacional de las mujeres. De abuela a madre a nieta, la naturaleza femenina rompe y se rompe, tensa relaciones, coloca silencios y distancias. Al final del día, cada generación considera un enigma a la siguiente. El reto supone trascender las turbulencias. Soltar, volver a empezar a pesar del dolor, remendar, restaurar. Sobrevivir y permanecer en el imposible ejercicio de los vínculos. En esta historia, sin embargo, no es una posibilidad.
“Se mecía al ritmo de la música que le venía a la cabeza, porque la tenía llena de ritmos, de la poesía en movimiento que enmarcaba su juventud y que tanto me confundía.”
Yoela es una madre con lugares oscuros en la psiquis y en su historia íntima. Vive obsesionada por sostener lo que ella considera su perfecta realidad. Paradójicamente, padece profundas depresiones, las ha padecido desde la temprana juventud.
“…el murciélago que me sobre volaba desde la adolescencia se había abalanzado sobre mi corazón…”
Desequilibrada a veces, lúcida otras, intenta ejercer un control con asomos patológicos sobre su hija. Más allá del asedio, toma impensables decisiones.
“La clave está en no mostrar demasiado interés por la vida secreta de tus hijos. No mostrar demasiada curiosidad…los hábitos que Leah y yo habíamos cultivado durante su infancia tenían los días contados. Con la adolescencia se verá arrastrada por un turbulento caudal de bioquímica…”
Son tantas las maneras en las que una madre puede ¿en nombre de la protección? privar a sus hijas de construir el tan necesario mundo propio. La vulnerabilidad de las jóvenes ante la distorsión de la realidad puede ser infinita, peligrosa, fatal, incluso.
“…Leah habla con la misma facilidad de sus amores que de sus desamores, como si llevara vividos muchísimos años y se hubiera armado con todo el sentido del humor que necesita una mujer para caminar con éxito por la vida.”
Con tensa cadencia en la experiencia lectora, la hija va perdiendo iluminación. Adentro de los laberintos de la adolescencia cambia su mirada, su actitud, su forma de tocar la vida. Conoce una particular calidad de sufrimiento.
Hábilmente, la autora dibuja retornos a la aparentemente sana infancia de Leah para luego avanzar tiempo adelante a otro momento que incita nuevas curiosidades. El lector plantea de nuevo la realidad gracias al excelente manejo que Blum otorga al juego temporal, a los sucesos que coloca aquí y allá.
“Cómo amar a una hija” es un novela completa en forma y fondo. Plena de imágenes hermosas, escrita con exquisito lenguaje y pulcra narrativa, ofrece un inquietante viaje a la insondable naturaleza femenina.
“…de vez en cuando veo en su rostro una sombra parecida a la que oscureció mi juventud, una brecha abierta sobre el abismo de su alma.”

Estimada Nícte:
En el marco de la preparación de una exposición dirigida a comunicadores, he dedicado los últimos días a investigar y analizar artículos sobre el ejercicio periodístico en nuestro país. Durante este proceso, tuve la fortuna de encontrar una publicación suya acerca del libro Disappeared, a Journalist Silenced: The Irma Flaquer Story. Su análisis no solo despertó mi interés por la obra —hasta el punto de decidir adquirirla en mi próxima visita a Sophos—, sino que también me conmovió profundamente.
Su enfoque riguroso y la sensibilidad con que aborda temas tan trascendentales reflejan el valor del periodismo comprometido. De hecho, su texto me llevó a explorar otras publicaciones suyas, todas ellas igualmente inspiradoras.
Reconozco que estos días «ando con el tiempo justo», como suele decirse, pero quiero asegurarle que seguiré atento a su trabajo. Le animo, con profunda admiración y respeto, a continuar compartiendo perspectivas tan necesarias para nuestra sociedad.
Gracias por aportar luz a través de sus palabras.
Cordialmente,
Julio R. Paredes
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Muchas gracias, Julio. Me honra mucho su mensaje y opinión.
Gracias también por leerme.
Saludos cordiales,
Nicté
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