Claribel se fue un 25 de enero. Su memoria fue visitada ayer con calidez y conversación en los lugares literarios.
Cerré, pues, la noche leyendo poemas suyos, rito que por la lasitud de las rutinas ha perdido cadencia.
Acudo a señales que durante años voy colocando en los libros. Los de Claribel, residentes permanentes de la cabecera, contienen señales de distintos tiempos. Cada lectura deja nuevas improntas sobre sus páginas. Cada visita ratifica la fuerza de su poesía en la visión femenina del mundo y del lenguaje.
Sus versos, precisos y hermosos, son interpretaciones vitales de mujer centroamericana habitante del siglo XX, de latina por siempre curiosa, consciente de su condición, inconforme con las impuestas limitaciones, afanada en grandes búsquedas.
Dueña de su interior, devota del amor y la libertad, Claribel conocía a profundidad una atmósfera densa que al día de hoy, siete años después de su muerte, no termina de aligerarse.
“Para encontrar verdades
para que asome el alma
hay que escribir con locura.”
El Umbral, Amor sin fin.

