A Miguel Hernández lo conocí primero en una página mullida, luego en un libro escrito con pura tristeza y años después lo encontré de nuevo en una canción.
Joan Manuel Serrat abrió una tumba, despertó al poeta, tomó sus versos , los acunó con música y le rindió un homenaje que no termina de celebrarse.

Como sucede con mucha de la poesía que azota la devoción que le profeso, caminé de ida y de regreso los entresijos de la historia del poeta. El dolor y la fatalidad suelen marcar sus vidas. La mía, conmovida por la belleza de sus versos, por la tristeza de sus versos, por la sensualidad de sus versos, por el hallazgo de un talento truncado con la temprana muerte, también lleva su marca.
Y hoy, un domingo que extraño se decanta bajo lluvias que no se dan por vencidas vuelvo a esta obra. La mantengo cercana a mi almohada porque tiene el poder de abrir umbrales. Invierte el paso del tiempo y une a poetas de hoy con el poeta inmortal.

Miguel Hernández
Tenemos que hablar
de muchas cosas

Cuánta tristeza marcó la vida de Miguel. Cuánta muerte conoció antes de encontrar la propia. Miguel tuvo una brevísima, violenta existencia en la España bélica en la que tantos de ellos se mataron entre hermanos.
Leer su poesía es enjugar su llanto, comprender que vaticinaba su muerte, es oler la sangre de sus heridas. Pero también es saberlo enamorado, es encontrar los labios que le inspiraron, es acompañarlo en el dulce acto de besarlos. Es, dentro de sus versos, compartir de una boca la misma humedad. Leerlo es defender en un valls a los enamorados condenados, incendiar el cuerpo de su mujer durante la noche y llorar en sus nanas al hijo que no llegó a conocer.


Este libro tesoro compañero en la cama es una selección hecha por varios poetas jóvenes. Cada sección empieza con una reflexión sobre su obra y el impacto o influencia que ha ejercido en ellos y su creación.

Serrat cantaba precisamente Las nanas de la cebolla la primera vez que escuché la poesía de Miguel en una canción. Fue en un videoclip cuando aún encontraba música en la televisión. La primera de varias.
Comparto, suscribo, celebro y vuelvo a leer.

Como siempre disfrutando de tus textos. Un abrazo.
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Muchas gracias, Eduardo, igualmente. Un fuerte abrazo.
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