De todos los sitios que he visitado en el vicio de los libros, los que más me han asombrado son los parajes de mi interior. La lectura me ha enfrentado al miedo, a las ilusiones, a las imperfectas facetas de mi naturaleza, a apetitos primitivos, a necesidades emocionales.
A mi pequeñez.
Los libros alimentan y al mismo tiempo estimulan indomables curiosidades. Leyendo he construido un tratado de cuestionamientos en evolución perpetua, he encontrado respuestas, lágrimas y nuevas dudas. Leer es una manera constante de acercarnos a la humanidad. De participar en la historia.
Las páginas son puertas. Al abrirlas, encuentro a mi versión más vulnerable, un regalo inexplicable que recibo a diario.
Más allá del feliz placer de leer, la cualidad espejo que posee la literatura es un misterio que nos ata a ella. Sería genial que cada persona del planeta lo sintiera en total esplendor.
La humanidad sería distinta.