Encontrás la palabra precisa, esa que era un agujero vacío en tu pequeño texto, entendés que no hay otra, que es la palabra perfecta, la mejor, y en ese momento, conquistás el universo.
Llega el momento que sabías de pronto y un día cualquiera sin poder evitarlo llegaría.
Entra en una noche confusa en donde te ves claramente opaca en medio de otras mujeres vestidas de juventud.
El cuerpo ya no es el mismo sobre las tablas ya no se enciende como antes no se convierte en ánfora ondulante ni clama sobre el lamento del cante con el fuego de aquellas caderas.
Después de tantos años no puede más hacerse uno con la guitarra.
Las manos antaño aves revoltosas ya no se funden con el canto de las castañuelas.
Los zapateados otrora fiesta son terreno escabroso para los años que habitan cansados en la historia de los pies.
Y la mente la prodigiosa mente la lúcida mente que antes vencía dueña de todo a los temores que habitaban el escenario
ya no vende la ilusión de que quizás sí un poco aún sabes bailar.
Ya no posees pericia de duende ni inventas arranques de gracia has perdido tu capacidad mágica para improvisar.
Aunque el corazón en llanto un poco destrozado ante la crueldad irremediable que llega con el tiempo desbordado por una batalla de sentimientos se rebele
Qué peligroso resulta ser mujer si vivís solo con hombres y te enfermás un día de feriado.
Primero te tenés que excusar porque no podés atender sus comidas. Prepararlas y servirlas, claro está.
Pero eso no es lo peligroso. Como te dejan sola para que descansés y ellos necesitan el estruendo de la televisión porque si no se les rompe algo dentro para siempre, se van a la habitación más lejana. O se van lejos porque tu irritable ánimo les resulta insoportable, porque no están para ver tu rostro desencajado.
Podés marearte, desmayarte, vomitar, etc. etc. sin pretender que te ayuden. De alguna manera, en solitaria soledad, sobrevivís.
El peligro está en la tristeza que subyace. Pasan las horas y a ninguno de los señores que cohabitan contigo, a los hombres de tu familia, se les ocurre que a lo mejor te vendría bien un vaso de agua o que de vez en cuando tú también comés. Que estás enferma, sí, pero algo hay que poner en el estómago.
Nadie hará nada para resolverlo, solo tú. Y lo resolvés. Si se les ocurre no hacen nada al respecto. En su subconsciente una vocecita dice que no les corresponde, que no lo hagan. Prefiero pensar que no se les ocurre.
El peligro es darte cuenta de que el machismo es integral, porque si te quejás por no sentirte atendida, te dejan hablando sola. Porque no. Porque no es su culpa que estés enferma y no es justo que reclamés, porque no quieren pelear, porque así son las cosas y nada puede cambiar.
Es un peligro fatal, una mano que te arranca la venda de los ojos, una vez más, para que lo veás. Nadie te cuida, nadie te va a cuidar.
La rabia y tristeza se enfrentan y encienden, aun más, el dolor de cabeza.
Y lo peor es reconocer que si así son las cosas, es por culpa tuya.