Un deseo

-Pedí un deseo- dijiste.
Apreté todo. 
Los ojos,
el cuerpo,
las manos, una dentro de la otra.
Doblé en lienzos la mente. 
Apreté mucho para que fuera el mejor,  
el deseo más grande,
uno feliz.
Soplé con todos mis aires,  
con el aliento de cada uno de mis años.
Pero la llamita,  
una zarza pequeña del color del sol,
no quiso morir.
Ahora no importa si te lo cuento, 
por la gracia del fuego,
mi deseo no se cumplirá.








Pedí horas distintas, 
fíjate,
horas y minutos de cadencia suave.
Deseé otro tipo de tiempo,  
un andar más lento,
la oportunidad de detener mi paso
cada vez que el antojo o el cansancio o la curiosidad buscaran tregua.
Pero la llama pequeña 
de una zarza de sol ganó ese pulso,
y el tiempo
en su inmenso misterio
no habrá de aletargar el ritmo
no sabe cómo detenerse.




-Pedí un deseo- dijiste,  
y no, no se cumplirá.




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