Sueño con el día en que esta estampa, tan común en mi ciudad, sea vieja leyenda, que corran tiempos distintos para el talento de este muchacho.
El escenario de sus malabares será un teatro, con telón y luces y una orquesta magnífica acompañando su acto. Su dinero no dependerá de limosnas arbitrarias. Será digno, un sueldo merecido porque la taquilla que pagaremos por disfrutar su espectáculo será abundante. Conocerá la gloria de los aplausos que un público satisfecho le dará con gusto. Lo suyo será una carrera, un oficio. Un empresario creerá en él y su habilidad.
Tendrá un hogar y comida sobre su mesa. Podrá dormir, sus preocupaciones cotidianas no serán angustias de sobre vivencia. Buscará nuevos actos, aprender para renovar su arte. Participará en el trajín de una ciudadanía que produce y crece. Así soñamos muchos, con ambiciosa fantasía.
Ojalá los dones y doñas de las pancartitas lo sepan y compartan y comprendan que, o las cosas las hacemos de otra manera, o todas nuestras esquinas serán tristes circos sin sueldo ni aplausos ni futuro.

muy bello su escrito.
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