La aventura literaria es una experiencia en donde se hace el amor de mil maneras. Leer es un acercamiento certero a las muchas miradas que dirigimos a esa emoción, verdugo y gloria para el corazón.
También es un ejercicio de entendimiento. En los libros, como en ciertos momentos bizarros de la vida, aprendemos que además de la gastada palabra del amor, existe otro ente sombrío, otra emoción que sube y baja en asuntos de relaciones. Suelen llamarlo desamor.
La bautizaría distinto. Le daría un nombre con consonantes tajantes, una p o una t. Un sonido que hable de su calidad de piedra, de su condición de trampa. Una palabra que por angulosa fuera difícil de acomodar dentro de un verso.
Sí, la llamaría distinto.
Pera esa soy yo, que he cometido la imperdonable tontería de confundir amor con desamor.
Yo, que he pagado con todas las aguas que produce mi cuerpo, semejante torpeza.