Sueños

Soñé a mi papá. Lo sentí cerca, claro y vívido, como lo soñaba cuando era niña. Estábamos en nuestra casita de Mixco, aquella linda casa-cabaña de madera que hacía ruiditos en la noche. La había convertido -en el sueño- en un restaurante de carne, se llamaba “El viejo”, su restaurante. Y se le veía tan feliz.

Todos estábamos en nuestra casita restaurante, todos contentos, hasta los nietos que él no llegó a conocer.

Fue apenas un sueño, fruto de un coctel de lágrimas, nostalgias y exceso de comida, pero sentí a mi viejo hasta en los huesos. Tan lúcido soñé que escuché su voz, el siseo de carne en la parrilla, el ruidito inolvidable de la madera, como cuando vivíamos ahí.

Sí. La última noche del año soñé a mi papá, estaba tan vivo, muy vivo. Lleno de vida soñé a mi papá muerto. Y otro agujerito queda en el agujerote que llevo siempre a rastras.

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