Llegaron nuestros muertos de visita. Después de todo, es en su honor que nos reunimos hoy, es por su memoria que preparamos fiambre. Aunque a veces, entre prisas y penas, perdemos de vista la razón de la ocasión. Como sea, aquí estuvieron.
Pellizcaron los embutidos y algunos espárragos del fiambre. ¿Quién, si no ellos? Nosotros no fuimos, los niños menos, ellos aún no lo comen. Nuestros pequeños todavía no sienten lo que hoy se siente, no entienden de recetas familiares, del ritual que celebramos contra viento y marea, no saben que perder esta tradición es impensable. Y aún no han asistido a un entierro que marque un antes y un después en su vida. Ellos no esperan llegadas del más allá. Los niños de la familia extrañan a los muertos a través de nuestra nostalgia y de las constantes tertulias celebradas en honor de quienes partieron. Ellos comen pizza, el fiambre y sus extravagancias los asustan.