Pero dime ¿qué buscas con afán
en la profundidad de mis pupilas?
Difícil te será encontrar huella o
atisbo de felices resplandores.
Se han guardado dentro de
su propia y privada historia,
cerraron con candado perpetuo
la llama que iluminaba su paso.
No taladres con mirada de miel
y relámpagos que sonríen, sus
puertas con mil esfuerzos cerradas.
Procuran protegerse de ilusiones.
No endulces el iris, no acaricies
mis pestañas con promesas que
no se cumplen. No me mires de
esa forma que invita y abraza.
Porque si lo haces, si insistes en
entrar al mundo que se guarda
en mi cansada mirada, has de
llevarte no pocos desencantos.
Sentirás las lágrimas prudentes
que dentro resbalaron, y sabrás
de tempestades y huracanes que
azotaron los ayeres hoy dormidos.
Y si tenaz, alcanzas al profundo
cristalino, puede que encuentres
otro tipo de sorpresa. Y es ahí
donde radica el real peligro.
Porque si logras que mis ojos
rindan su perpetua defensa a la
miel de tu rayo, abrirás rotundo
al candado, con afán ayer cerrado.
Y llegarás debajo de aquello que fue
devastado por la ira y los silencios.
Encontrarás ahí, tan indefenso, al
pozo que con celo he resguardado.
Alcanzarás el centro donde se
ocultan las luces que brillaban y
sonreían en la otra vida, la que
sucedió antes de la tempestad.
Y si por la casualidad o por tu
tenacidad, descubres ese refugio
de mis recuerdos mejores, no
podrás dar marcha atrás jamás.
Porque si vuelve a sentir lo que
el abandono destruye, moriría
para siempre la poca mirada
libre de pena que logré guardar.
Me dejarías en ciegas tinieblas,
de nuevo. Por eso te pido, no
busques, no perfores. Por favor,
no provoques vanas ilusiones.