Busco a la niña. En estos momentos de vacío y grisura, necesito su risa de ánimo fresco, su convicción de que las maravillas existen, su sueño constante. Añoro su certeza de que volar es posible, su ilusión de girar ligera y libre para siempre. La veo escuchando música, riendo a carcajada limpia, hablando sin parar. La imagino como entonces y la extraño como nunca.
Voy quitando las capas que, como arañas que tejen hilos invencibles, los años formaron dentro. Las arranco poco a poco y brotan imágenes de los momentos que la hicieron huir hacia el interior. Con picas de desesperación golpeo los muros que el dolor y los desencuentros levantaron. Lucho contra esas paredes gigantes que tanto asustaron a la pequeña y la cubrieron de sombras y silencio.
Bajo esa tela de hilos macabros, detrás de ese muro sombrío, agazapada se oculta para que la vida no la rete de nuevo, para que no la encuentre. Procura desaparecer para que el tiempo no la golpée como antes. Ella se esconde, se protege. Y yo la necesito.
La llamo a gritos, le imploro que vuelva con su inocencia y valentía y ese sentido del humor de miel y color. Quiero de nuevo conmigo a la niña que fui. Cercana y sólida, como fue en aquellos felices años.