Otro domingo sin sol

No solo una canción lleva ese título. Hoy lo usurpo para escribir mi nota de domingo. Como casi todos, ha sido uno de letras. Mucha lectura, un poco de escritura, horas en mi planeta pequeño, horas en este refugio que salva, horas sin que alguien me dirija la palabra. 

No es reclamo a la vida, es enunciar mi realidad. No me hablan más que que para solicitar. Piden comida o piden bebida porque es domingo de deportes en la televisión. Piden silencio.  Fútbol Americano, ese asunto tan lejano, un ir y venir primitivo de hombres grandes con rostros ocultos.  Y pasa un juego y llega el otro, pero no llega el sol.

Me preocupa su ausencia. Porque cuando está cerca no hay silencio que duela. Cuando alumbra, ser invisible tiene sus placeres. Pero asomo al ventanal y me entero de cómo está rodando el día allá afuera.  Un abrigo de nubes cubre al volcán de pies a cabeza,  capas grises  duermen sobre los techos de la ciudad. Un color plomizo envuelve a la tierra y al aire. Cruje la imagen y me crujen los huesos.

 Hoy no encuentro al valle que siempre veo. Ni la ventana ni yo podemos creerlo. Es como si la casa se hubiera movido de lugar.

El Volcán de Agua es mi compañía constante en este espacio. Siempre presente.Todos los domingos lentos aguarda y observa. Cada tarde de la semana, aunque sean cortas porque el trabajo es largo, el volcán está intensamente presente en esos ratos breves, cambiando de color, cubierto o desnudo. 

Y hoy mi volcán no tuvo un solo momento para asomarse. Ni él, ni el sol ni nadie que quisiera conmigo sostener conversación.

No hay sol afuera, ni calor adentro. Fue, contra todo pronóstico, otro domingo sin sol.

«juras que hay algo encendido,
yo no percibo calor…» A.F.

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