La culpa es sólo mía. Por escuchar la Globo en una mañana hermosa de cielo muy azul y de corazón destemplado, por sintonizar esa precisa estación, en ese preciso momento en el que al alma que programa esa música inolvidable, se le antojó transmitir esa precisa canción.
Me dio por llamarla la canción de mis papás, para mí lo era. Habrán tenido otras. Pero esta fue novedad cuando mi papá vivía sus últimos meses. Se la cantaba él a ella. Les gustaba y a mí también. La música siempre cerca, desde que era niñita.
Se perpetuó en la tripa misma del recuerdo mejor custodiado, cuando mi mamá pidió que la cantaran en la misa de nueve días de mi papá. En vivo, con tanta emoción, la despedida más sentida que hemos vivido. La escucho con alguna frecuencia, pero hoy…
Hoy invadió mi ser con todo los símbolos que viajan en cada una de sus notas. Y el nudo que se amarró dentro empezó en mi cuello de caricatura, y cayó como plomo hasta las rodillas.
«Eso que llaman amor,
mi corazón lo sintió,
nomás contigo.
A nadie puedo querer,
con nadie puedo yo estar
si no es contigo…»