Pocos amores tan grandes

Me enamoré de él en un libro. ¿En dónde más? si voy por la vida, casi desde que empecé a sentirla, con uno de ellos frente a las narices.  Fascinada fui quedando,  párrafo a párrafo, por su cuerpo, su estatura y la historia que trae a cuestas. Como si la lectura sucediera sobre un pentagrama, aprendí a escuchar su melodía y cantar su canto, tanto, que es mi siempre predilecto. Sus formas elegantes, de líneas o círculos, colinas y ríos, intiman con la parte del corazón que alberga mi mente, la que siente y también piensa. Es como si nos hubiéramos conocido en otras vidas, muchas veces. Pocos amores tan grandes. 
Tengo en la memoria la imagen lúcida y rotunda, de cómo me deslumbró su belleza: El aire se me fue lejos, tan lejos. El momento en el que le declaré amor eterno es sólido recuerdo. Fue en un rincón que inventó Juan Ramón Jiménez, llegué a él cuando leí  Platero y yo. Castellano su nombre, algunos le apodan español. Llámelo como guste. Lo cierto es que aunque poco conozco de idiomas, el nuestro es elegante y elocuente. Su rostro de poesía a veces me hacer llorar.

Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos.” 

Descubrí cómo las palabras castellanas colorean, perfuman, alegran o asustan. Aprendí que colocadas con gracia entre comas o puntos son remedio casero contra el abatimiento.   Era niña, no digería este prodigio con la claridad de hoy, tan solo lo sentía. Y sigo sintiéndolo cada día y cada noche.


Rarezas y guitarras

Encontré una rosa lila, una rareza su color. Pequeña, apenas abierta, casi un botón. Estaba sola entre hojas y espinas, sin hermanas. Ahora adorna mi estudio. Sobre la mesa de trabajo, descansa en agua fresca junto a los poetas. Es curioso, un rato antes había dicho que ya traigo algo de vieja adentro, porque me ha dado por ver árboles, enredos y flores, porque me asombran cada vez más, y me confortan. Quien iba decir: esta noche nos acompañamos la rosa lila y yo, y la guitarra de Filio.

De angustias y letras

La sensación de angustia porque se acerca el fin, esa tristeza porque se va él, se va ella, porque se van todos. La pérdida monumental que anida en la mente y echa raíces en el alma,  cuando al fin ha terminado…el gozo que explota como si fueran fuegos artificiales, por haberlo sentido y reído, llorado y sufrido. Los lugares, las épocas y conversaciones, los besos y los peligros y el vértigo.

Asuntos que dan vida, habitantes de páginas y letras. Cuerpos y corazones de una historia que no se olvida.  Resguardados por la protección de hermosas pastas. Atesorados para siempre en el corazón de un libro, de un prodigioso libro.